Desenmascarando al Ciudadano Cazorla

Carlos Sánchez
Concejal del PP en Almería

Quien me conoce sabe que no me suelo andar con rodeos, que me gusta decir las cosas claras y que expongo mis opiniones sin miedo al qué dirán. Tal vez por eso desconfío de quienes van cambiando su discurso en función de las circunstancias, del escenario y del auditorio. En la ciudad tenemos en los últimos días una figura que, como el camaleón, va mudando de color según el paisaje en el que se encuentre.

Miguel Cazorla
Me refiero a Miguel Cazorla, hoy candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Almería, ayer aspirante a militante del PP y anteayer concejal de Gial. El flamante alcaldable se ha presentado en los últimos meses como un personaje nuevo dispuesto a enarbolar la bandera de la transparencia en la política, tratando de encandilar con su sonrisa ensayada y vendiendo un falso aire novedoso.

Pura fachada. Como he dicho, Cazorla fue concejal de Gial durante cuatro años, en los que, por cierto, fue imputado en dos ocasiones. Más tarde, durante el proceso de integración de su partido en el PP, se presentó a las primarias para ser concejal por el Partido Popular, pero sus propios compañeros le dieron la espalda.

Y ahora lo intenta con la formación política Ciudadanos. Vamos, que cambia tanto de ideología como yo de ropa interior. Conviene saberlo porque detrás de las siglas de los partidos en auge y de sus dirigentes se esconden muchos personajes, digámoslo suavemente, peculiares que, amparados por un liderazgo nacional, como podría ser el de Albert Rivera, buscan satisfacer su propio egocentrismo y sus ambiciones más que el beneficio del conjunto de la sociedad.

El propio Cazorla, que está actualmente imputado por un presunto delito societario, ocultó esa imputación a la cúpula de su partido, probablemente por si ello frustraba sus ambiciones políticas. A mí me enseñaron que a la política se va a servir a la sociedad y no a servirse de ella y es lo que procuro hacer. No sé si Miguel Cazorla opina lo mismo, pero si rascas un poco, bajo esa aura inmaculada en la que se envuelve, aparece la cruda realidad. Y no me gusta nada.

Como dice el sabio refranero español: quien no te conozca, que te compre.