Emilio Ruiz
La
aparición de tantos casos de corrupción nos tiene apesadumbrados a todos. Pero,
en medio de la tormenta, quienes manifestamos nuestra opinión de forma pública
debemos discernir bien entre el grano y la paja. No podemos tildar de corrupto
a todo político que sea llamado a un juzgado. Ni a todo imputado. No es justo. No
son corruptos, por ejemplo, los alcaldes de Albox, Rogelio Mena, y de Carboneras, Salvador
Hernández, aún en el caso de ser condenados por no facilitar información a
la oposición. No es eso la corrupción. Ni Manuel
Chaves y José Antonio Griñán. La
corrupción hay que asociarla al cohecho, a la apropiación de bienes públicos.
Sánchez Teruel |
Estos
días se ha decretado el sobreseimiento de la causa del “Caso La Fabriquilla ” en la que
estaba imputado el alcalde de Roquetas de Mar, Gabriel Amat, los concejales Pedro
Antonio López, Juan José Rubí, José Juan Galdeano, Antonio García, Francisco Martín y Francisca
Toresano y el exconcejal José
González. Algunos ya los habían condenado. La jueza María del Mar Alejo lo dice claro: "Es preciso distinguir
entre las ilegalidades administrativas… y las que suponen la comisión de un
delito”. No es lo mismo.
Ahora
llega el “Caso Marismas”. ¿Cometemos con José
Luis Sánchez Teruel el mismo error que con Gabriel Amat? ¿Empezamos a llamarle corrupto? ¿Lo condenamos ya, sin
siquiera mediar resolución judicial, sin siquiera darle la oportunidad de
acudir al juez, si es que tiene que acudir, a que oiga su versión? Hallemos la
relajación en medio del azogue. Es difícil, pero también posible.