Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
S i
el jurado de Almería Tierra de Cine
tuviera una mala tarde y cayera en la tentación de dar un premio a la mejor
actuación política del año, no albergo ninguna duda de que el merecido ganador
sería Miguel Cazorla. Su actuación desde que en la madrugada del pasado domingo
los resultados electorales le concedieron tres actas de concejal en el Ayuntamiento
de Almería está siendo memorable. Nunca un político con tan poca capacidad de
decisión aparenta más poder. Pocas veces la ficción ha sobrepasado tanto la
realidad electoral.
Durante toda la semana hemos asistido a
un largometraje que merecería haber sido escrito por el mejor Ozores y dirigido
por el peor Almodóvar. El título podría ir desde Los trileros hasta Políticos
al borde de un ataque de nervios. Y, en medio del set de rodaje, Miguel
Cazorla, investido de Gary Cooper, en una nueva versión de Solo ante el peligro escrita y dirigida por él mismo.
La Voz de Almería de hoy publica una amplia entrevista con Miguel Cazorla |
No es una crítica hacia Cazorla (él ha
logrado lo que buscaba: convertirse en protagonista de un relato en el que no
llegaba ni a secundario); es una descripción y, en todo caso, una estampa en la
que quienes quedan peor retratados son los que han contribuido a esta imagen
coral de trucaje cinematográfico de serie B.
Es verdad que los gestos de Cazorla no
encierran la capacidad conceptual de Al Pacino en El mercader de Venecia, pero su manejo e la escena le ha convertido
en primer actor. Con poco más del diez por ciento del futuro pleno municipal se
ha convertido en protagonista y los dos bandos lo han elevado, en su torpeza, a
aparentar ser el árbitro de un partido que nunca se va a jugar.
Porque no se equivoquen. La decisión
sobre la posición que mantendrá Ciudadanos en los plenos constituyentes del
próximo 13 de junio en todos y cada uno de los municipios en los que han
obtenido representación y las comunidades autónomas, no la van a decidir sus
dirigentes provinciales; ni sus concejales; ni sus diputados autonómicos. La
posición la fijará Albert Rivera y, si me apuran, el poder sociopolítico que
está detrás de la organización.
Rivera y quienes le apoyan no han
llegado hasta aquí para contentarse con un poder municipal y autonómico de
menor cuantía. Su hoja de ruta tiene como puerto de llegada las elecciones
generales de noviembre y el político catalán sabe que si se equivoca de rumbo,
si se deja seducir en el quicio de una mancebía de puerto por un puñado de
concejalías o media docena de consejerías en estas noches de mayo está
políticamente muerto.
Si pacta con el PP, porque aparecerá como
la “marca blanca” de los de Rajoy; si llega a acuerdos con el PSOE, porque
su electorado, proveniente y, por tanto, más cercano al centro derecha, lo
entendería como una deriva izquierdistas (ya se encargaría el PP de exhibirlo,
y con razón, en sus terminales mediáticas), de la que nada podría obtener.
Así las cosas, lo que le interesa a
Rivera es llegar a noviembre con la hoja de servicio inmaculada y, para ello, nada
mejor que no hacer nada. Si entra en los gobiernos, cinco meses es tiempo
suficiente para tener que tomar decisiones y nadie olvide que decidir es optar,
y optar es satisfacer a unos y desairar a otros. ¿Qué gana su partido y él en
esa encrucijada? Por el contrario, abstenerse ahora y dejar gobernar a la lista
más votada les mantiene la pátina de equidistancia, la exhibición de “nueva
frontera” política que tantos beneficios le ha reportado y les puede reportar
y, a la par de esa apariencia real de neutralidad, evitan el desencanto
inevitable -una cosa es predicar y otra dar trigo- que conlleva todo ejercicio
del poder.
Ante esta circunstancia, no entiendo,
por tanto, la generosidad con que, de forma tan apresurada, PP, PSOE e IU -con
el primero se reunió el viernes; para el lunes y el martes tiene previsto
reunirse con socialistas y comunistas- han convertido a Cazorla en el
protagonista político de la semana. Luis Rogelio sabe que Ciudadanos no va a
formar parte nunca de un tripartito con PSOE e IU para arrebatarle el poder.
Pérez Navas es consciente de que nunca contará con sus votos. Rafael Esteban y
Cazorla no irían juntos ni al portal de la Plaza Vieja , ¿a qué
viene entonces tanta prisa? No lo sé. O mejor, no lo quiero saber.