Antonio Felipe Rubio
Periodista
Muchas cosas que están pasando
con lo que algunos llaman “regeneración democrática” guardan estrecha relación
con la mayor involución ideológica, radicalización y oportunismo que jamás se
ha conocido en España. Aprovechando coyunturas,
desgracias, infortunio… y todas las adversidades que aporta una crisis
socioeconómica de caballo y, unido a la difusión de la sempiterna corrupción,
genera un caldo de cultivo para que la “regeneración democrática” alcance
niveles de sobrexcitación en radicalidad, odio y pésima educación.
El paradigma de la pitada en la Copa del Rey no revela
exactamente mala educación; supongo, entre decenas de miles de aficionados,
muchos santos varones exquisitos en el trato y ejemplares padres de familia. El
problema de fondo no radica en el contagio gregario del gesto de traición,
insisto, traición a España; porque de traición se trata al ultrajar los
símbolos de la Nación
(Himno, Bandera y Rey). Hay que analizar la génesis del odio guerracivilista
que parecía olvidado con el pretendido paso de página de la Transición y que
insensatos como Zapatero, orates independentistas y estólidos por doquier
propalan sin descanso como instrumento de fractura, desazón y revancha para
subsistir como rémoras de un sistema que les mantiene aun a base de intentar
destruirlo. No hay mala educación en un acto
de traición al himno y la
Bandera ; es la educación que algunos han mamado de la
didáctica y ejemplo de incitadores a la traición.
Corrupción vs regeneración democrática |
El estigma de la Bandera de España arranca
minutos después de la
Transición cuando los partidos “progresistas” y sindicatos de
clase colaboracionistas enarbolan alternativas a lo que entienden es un símbolo
que aglutina a la extrema derecha y, ya puestos, al centroderecha o todo lo que
no sea coincidente con sus ideas o intenciones. Así, los progresistas, demócratas,
tolerantes, etc. propagan e ilustran su desprecio a la Bandera y al Himno sin
jamás justificar motivos -no los hay-, sólo expresan ese desprecio como
argumento diferenciador; es decir, bandera republicana: progresista; Bandera
Nacional: facha.
Es una pena y una pérdida de
tiempo y energías haber caído en las garras de la radicalidad que nos sume en
aumento del odio y desprecio o estupefacción de una Europa que superó con
dignidad e inteligencia enfrentamientos mucho más cruentos que nuestra
“añorada” Guerra Civil. Y es que todo rescate de simbología y añoranza
dimanante de una guerra fraticida no puede aportar más que odio, miseria y
traición. Y en eso está más de uno.
Almería ha sido precoz y
adelantada en gestos de “regeneración democrática” y, a pesar de que algunos
desconozcan la historia, el Pacto de Izquierdas elevó a la alcaldía al PSOE con
el apoyo de PSA y PCE, dejando al margen la lista más votada (UCD) que encabezó
Fausto Romero. Como recuerdo de aquellos momentos históricos rememoro la
oposición a la llegada del Pryca, el abandono del Mesón Gitano, los cortes de
agua, la peste de Celulosa, el tren del mineral, el Cañarete… y muchos,
demasiados años hubieron de pasar para salir de la indigencia en la que se vio
sumida una ciudad “progresista” que, con suma lentitud y resignada envidia,
veía despegar regiones, capitales y provincias que se pertrecharon de
infraestructuras para afrontar el futuro con mayor eficacia.
Sin embargo, la “regeneración
democrática” llegó a Almería con aportaciones como la prohibición del Belén
municipal, devaluación histórica del Pendón y la impagable aportación de La Marsellesa a la Fiesta de los Coloraos. Por
cierto, había que ver el marcial respeto al himno extranjero frente a la
forzada condescendencia hacia el Himno Nacional. ¡Cosas de progresistas!