Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
El Padrino es una buena guía para
manejarse por la vida. Para transitar por el horror y alejarse del error. Para
correr el riesgo de acercarse a la inteligencia que se esconde en la maldad sin
dejarse arrastrar por ella. Vito y Michael Corleone son dos personajes
perversos; pero en su calculada crueldad, tan detestable, el espectador no sólo
encuentra la abyección del delito, sino un relato vital salpicado de razonables
argumentos y razonados conceptos. En esa contradicción radica su atracción
irresistible.
Demasiados políticos almerienses no han
leído la novela de Puzo ni han visto la trilogía de Coppola. Solo así se
entiende su empecinamiento en equivocarse. Porque si hubieran visto la película
no habrían olvidado la frase que Michael le dice a Frank Pentangeli en el
despacho de su padre: “Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus
enemigos”, o aquella otra en que, ante el colérico Vicent, le aconseja: “Nunca
odies a tus enemigos porque eso te impide juzgarlos”.
La Voz de hoy |
La política almeriense está salpicada desde
el 24 de mayo por la ignorancia de estos dos consejos y eso ha provocado
que el rencor y la lejanía hayan tenido -y estén teniendo- más protagonismo que
el sentido común y la inteligencia. Es lo que ocurrió con el sainete de Cazorla
cuando, con el rencor acumulado como argumento, elaboró una estrategia de
humillación para vengarse de las críticas y el desprecio del PP.
En su decisión podrá haber motivaciones más
complejas, pero la aflicción -como sostiene el filósofo Savater- se impuso
a la razón política; el disparate no se consumó por la presión que Rafael
Hernando hizo sobre Rajoy para que éste, a su vez, la proyectara sobre Rivera.
Ahora es el PP el que se sienta a esperar
el cadáver político de Cazorla con la esperanza de que Barcelona decrete su
alejamiento. Otra muestra más de cómo el agravio se impone al razonamiento. El
PP no lo sabe, pero quizá lo que más le interesa ahora, una vez que Cazorla
está cautivo de nómina y desarmado de voto, es que continúe liderando
Ciudadanos. El desprestigio de su fracasada jugada del 12-13 de junio deteriora
la imagen de Ciudadanos y ofrece a los populares una vía de agua en el
electorado de la candidatura a las generales por Almería del partido de Rivera
imposible de taponar.
Cazorla es ahora un activo para el PP,
no es un enemigo, pero el rencor -decir el odio es exagerado- les impide
juzgarlo y, por tanto, valorarlo como “aliado”. Lo que sí ha hecho bien Luis
Rogelio ha sido situarlo cerca, aquí sí ha cumplido la recomendación
padrinesca. Lo ha situado tan cerca que lo ha devorado como opción política
viable.
En la otra acera, los socialistas
atrincherados en la capital tampoco han querido disimular el error del
desencanto y el desdén de la lejanía. La llegada a la consejería de Agricultura
de Mari Carmen Ortiz ha sido saludada por la agrupación local -a la que
pertenece Ortiz- desde el silencio. Un silencio tan sonoro (apenas una nota en
Facebook de Pérez Navas y poco más) que hay que ser muy torpe para no saber
dónde tiene su origen.
Es verdad que Almería no es El Ejido,
pero la capital tiene más de dos mil hectáreas de producción agrícola y son
miles los almerienses capitalinos que trabajan en los invernaderos o en los
almacenes. ¿No merecía la decisión de la presidenta un comunicado de
satisfacción de la agrupación local y del grupo de concejales? Hay silencios
que desvelan más que mil palabras.
Y siguiendo al fondo a la izquierda
nunca sabremos el gesto de Rafael Esteban o Rosalía Martín cuando el jueves
leyeron la entrevista de Público a
Pablo Iglesias en la que el líder de Podemos arrumba a Izquierda Unida al
rincón de los apestados. “Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas, pero no
te acerques”, les escupe, detestándolos como compañeros de coalición y, desde
una soberbia obscena, calificando a sus militantes de “tristones, aburridos, y
amargados”. (Por cierto: muchos de esos militantes pasaron -tristes, desolados
y amargados- años de cárcel y penurias para que Iglesias pudiera insultarles
hoy; pero bueno ya se sabe que los iluminati descubren cada mañana el mundo).
No sabemos el gesto, decía, pero no
creo equivocarme si intuyo que el de Esteban se acercaría a la media sonrisa.
Él ha sido uno de los que nunca creyeron en la integración con la banda de los
cuatro. Frente a Anguita (otro iluminati) y a Alberto Garzón (por Dios o por
Marx, ¿no hay nadie que le diga que no se humille más?), el concejal almeriense
nunca tuvo en Podemos su norte y su guía. Una posición que le acarreó no pocas
dificultades de algunos camaradas.
Ahora es él quien se ríe de aquellos
que desde IU vieron a Iglesias como el mesías que les llevaría a la tierra
prometida del asamblearismo. Nunca hay que odiar a los enemigos porque, si los
comprendes y llegas a prever sus reacciones, pueden convertirse en aliados.
Puzo llevaba razón; lo extraño es que algunos no hayan llegado todavía a
entenderlo.