Antonio Felipe Rubio
Periodista
En
múltiples ocasiones se han empleado argumentos de amenaza como la campaña del
dóberman y otras señales generadoras de inquietud que afectan a empleos,
sueldos, pensiones… y, ahora, con la aparición de partidos emergentes se juntan
todos los temores y amenazas para señalar a los partidos clásicos o
bipartidismo como la “casta” causante de todos los males. Y cabe preguntarse si
con tanta “emergencia” olvidamos nuestra propia “emersión”. Y aquí radica la
confusión.
Alcalde en bici |
Existe
una declaración de emergencia (situación límite) por parte de sectores
oportunistas que aprovechan la lenta emersión tras un hundimiento ciertamente
súbito, y resulta extenuante tratar de reflotar la nave cuando se le echa más
peso o se desinflan los flotadores. Ahora
nos horroriza lo que hace dos días era admitido, justo e irreprochable. Los
sueldos, privilegios y prebendas se han convertido en el espejismo de la
pretendida y falsaria regeneración democrática.
Adquirir
la dignidad de edil o el empleo de asesor con los sueldos asignados se ha
convertido en el foco de todas las miradas y severas reconvenciones.
Igualmente, facilidades como la del coche oficial se han denostado en favor de
la bicicleta, bus, metro y dignatarios caminantes que saludan, conversan… y
cantan All you need is love. Pero, nadie se engañe, han llegado al poder y
cambian el coche oficial por “vehículo de incidencias” y contratan a sus allegados
en puestos de confianza -qué más confianza que un sobrino, cuñado, cónyuge…-.
No
es escandaloso que alguien consiga un puesto de responsabilidad y salario
acorde si el rendimiento es satisfactorio. Pienso que ser alcalde, concejal,
parlamentario, etc., no es destino cómodo y exento de responsabilidad y desvelo.
El problema radica en la devaluación y efectos indeseables en el ejercicio de
la actividad pública que algunos han protagonizado con desfachatez y
corrupción.
Cualquier
precisado en sanar una dolencia estaría dispuesto a pagar lo que sea para
recuperarse. Y solucionar los problemas de la gente, garantizar la estabilidad,
seguridad y prestación de servicios es una gestión que está bien pagada cuando
se realiza la debida diligencia. El problema surge cuando se aplica ideología a
lo que sólo necesita sentido común y honradez.
De
que salga agua por el grifo, se limpien las calles, funcionen los semáforos… se
ha pasado a la filosofía del ente abstracto. Ahora se priman otros “valores”
que colisionan con el Estado de Derecho y una infecta demagogia que dice
aplicar soluciones de emergencia social que, en realidad y salvo excepciones de
verdadera injusticia, logran excitar un apoyo electoral fundamentado en el
fracaso personal o comunal.
Hay
mala suerte… y también malas cabezas. No hallaremos solución a los problemas si
los concejales se dedican a escraches en desahucios, subvenciones a okupaciones
y desalojo de capillas. La única contribución válida para la recuperación es
ayudar a que el hundimiento emerja, y no tanto en los emergentes. Si echamos
más peso en ideología, ira, revancha y sueldos a saboteadores esto no saldrá
jamás a flote.
Las
soluciones revolucionarias suelen ser radicales y destructivas; en otras
ocasiones conducen a la inutilidad, y las más, a la melancolía. En cualquier
caso, es tiempo perdido; y aquí recuerdo una frase de un conocido comunista
almeriense sobre la experiencia del Gobierno de IU-PSOE en Andalucía: “Hemos
ido al Gobierno para una revolución… y nos traemos un carril bici”.