Antonio Felipe Rubio
Periodista
En la vida “normal” hay cosas que, por
insensatas, resultan inaceptables, ilegales e imposibles. Nadie puede concebir
que dos malos estudiantes sumen sus dos suspensos para arrebatarle un notable a
un buen y esforzado estudiante. Tampoco es aceptable que se junten el segundo y
el tercero de una maratón para arrebatarle la gloria del podio al primero en
llegar a la meta. Sólo en otra vida -la de los políticos- tienen cabida estos
cambalaches inconcebibles en el mundo del deporte, la empresa, carrera
académica… y hasta en la cola del pan.
'Todo es una componenda...' |
Es una realidad tangible (cada vez más
abstención) la escasa involucración de los ciudadanos en la política y en la
democracia representativa. Los motivos son variados; es una mezcla de desencanto,
frustración, engaño y manipulación que alcanza el hastío antes, durante y
después de una campaña electoral.
Salvo un resultado de nítida mayoría absoluta
que no requiere exégesis, unas minorías configurables abren el camino de las
interpretaciones más atrevidas e insultantes para los electores. Así, resulta
ofensivo oír “El pueblo ha decidido”, “la gente ha querido”, “este resultado
permite”... No, nada de esto es cierto. Todo es una componenda que se apresta a
un mercadeo infecto que pervierte la decisión de los votantes que, de ser
árbitros en la carrera electoral, pasamos a ser defraudados y decepcionados
espectadores que abandonamos el escenario, nauseabundos, camino del vomitorio.
Sobre los votantes recae la interpretación de
unas decisiones que jamás habríamos tomado ni permitido. Además, se nos convoca
con toda solemnidad a ejercer de árbitros y, una vez cumplida nuestra función,
volvemos a ser números. Somos votos contabilizados, aritmética y geometría
variable. Ellos, los elegidos, son ahora los verdaderos jueces y árbitros que
suman, restan, venden, compran, suben, bajan, se quedan, se van… en definitiva,
un a modo de “corruptela” con la pretensión de erradicar la corrupción,
regenerar la democracia y otorgar protagonismo al pueblo. ¡Y un carajo!
La corrupción permanece inserta en el
sistema. Las ofensivas interpretaciones de los resultados electorales son una
malversación de la realidad. Un apoyo decisivo conlleva alteración interesada
de los “precios”. El transfuguismo o no adscripción es deslealtad con resultado
de dolo. Y así pueden relacionarse infinidad de tipificaciones inasumibles en
un entorno de normalidad al margen de la política.
Si queremos vernos concernidos en la política
y volver a creer en un verdadera democracia representativa hemos de exigir una
profunda reforma de la Ley Electoral. No se debe de permitir discrecionalidad
ni decisiones caprichosas como eludir debates públicos, exhibicionismo
populista y demagogia. Hemos de exigir listas abiertas para evitar caudillajes
camuflados a la sombra de un líder con tirón. Y hemos de exigir una segunda
vuelta en todos los plebiscitos para evitar la “puesta en valor” de arrimaos
oportunistas y obsesos del poder o protagonismo que no dudan repudiar sus
siglas para subsistir en sus miserias.
La segunda vuelta es el verdadero papel de
árbitros que nos han arrebatado y que hemos de rescatar. Tanto hablar de
gobierno del pueblo y decisión democrática cuando estamos viendo vomitivas
escenas de mercachifles con todo desprecio hacia los ciudadanos votantes.
Por favor, hagan lo que tengan que hacer y
háganlo ya; pero no digan más que lo hacen por regeneración democrática, por
interés del ciudadano o por el bien del pueblo. Sigan a lo suyo; pero sin
ofender. Ya llegará el momento de descubrir la verdad y poner a cada uno en su
sitio.