Antonio Avendaño
Director de Andaluces.es
Todo
cambia, pero Arenas permanece. El presidente del Gobierno y del PP, Mariano
Rajoy, mantiene en la dirección del partido como vicesecretario general de
Política Regional y Municipal a quien fuera líder indiscutible del PP
andaluz. Aunque también mantiene en el puesto de número dos a
María Dolores de Cospedal, los casos de ambos son muy distintos, y de hecho así
lo dejó el ver el presidente en su discurso al nombrar expresamente a Javier
Arenas pero omitir deliberadamente el nombre de Cospedal.
La
expresidenta de Castilla-La Mancha sigue pero no sigue. Sigue sin seguir en sí.
Es un cadáver político y todos en el partido saben que lo es. La única
confirmación de esa muerte real aunque no aparente es si continuará
siendo cada lunes la cara pública del partido y dando la rueda de prensa
posterior a las reuniones de la dirección nacional. Si no protagoniza las
ruedas de prensa, su situación será cruel; y si lo hace, será patética. Todo
parece indicar que el presidente ha dejado a Cospedal como secretaria
general porque ella se ha aferrado al cargo, que es lo único que le queda
de su antigua gloria. Pocos oficios tan desalmados como la política.
Arenas, con Amat |
El
caso de Arenas es bien distinto. Sabio administrador de sus tiempos y, sobre
todo, de sus apariciones públicas, Javier Arenas no ha salido,
milagrosamente, quemado de esta difícil etapa del Partido Popular. El
hecho de haberse mantenido muy en segundo plano ha sido
determinante para salvarse de la quema. Eso y, cómo no, su
amistad personal y política con Rajoy, a quien contribuyó decisivamente a
salvar en 2008 cuando Esperanza Aguirre intentó, en alianza con la prensa
mundana de siempre, sustituirlo tras la derrota electoral a manos de Zapatero.
Paradójicamente,
Arenas es vicesecretario de Política Regional y Municipal pero apenas se le han
conocido intervenciones personales en la negociación de los cruciales
pactos electorales donde Ciudadanos le ha hecho tragar quina a
importantes candidatos del PP: Luis Rogelio Rodríguez-Comendador en
Almería y Pepe Torres Hurtado en Granada lo saben bien.
En
Almería, además de Juan Manuel Moreno, tuvo que ser el propio Mariano Rajoy
quien hablara con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera,para convencerlo de
que, por favor, por favor, por favor, no le diera al Alcaldía de la capital al
Partido Socialista. Y así fue: Ciudadanos dio marcha atrás y sus concejales en
Almería se la envainaron. ¿Qué obtuvo Rivera de Rajoy a cambio de Almería? No
se sabe.
Javier
Arenas podría tener un papel estelar en el programa televisivo
‘Supervivientes’. Es un hombre con numerosas virtudes secundarias: olfato,
simpatía, experiencia, habilidad, reflejos… Y en realidad no le falta
razón a Mariano Rajoy al mantenerlo en su puesto: su continuidad
no es un lastre porque Arenas dejó hace tiempo de estar en primera línea de
fuego, mientras que su decapitación habría sido un verdadero dolor de cabeza
para el presidente.
Pese
a las muchas cosas que se han dicho de él, la mayoría ciertas, fue
Javier Arenas quien levantó casi de la nada el Partido Popular en Andalucía. Por
eso fue tan injusto que finalmente se quedara a solo unas decenas de miles
de miles de votos de la tierra prometida. En 2012 estaba llamado a ocupar el
Palacio de San Telmo pero no lo logró, y esa vez no fue, en sentido estricto,
culpa suya. Desde entonces es un hombre sin destino político, una especie de zombi
dicharachero y bronceado de quien nadie diría que, en efecto, es un zombi.
En
cualquier caso, el PP está en un momento crítico: en uno de esos momentos en
que siempre hacen falta hombres como Arenas, que igual le sirve al presidente
para un roto que para un descosido. De esta última crisis interna con la que
Rajoy ha querido rejuvenecer la dirección, Javier Arenas sale, desde luego,
fortalecido en la medida en que sale debilitada su enemiga íntima Cospedal.
Ciertamente,
ambos son a su manera seres de ultratumba, si bien con una diferencia
importante, vital diríamos: Cospedal está muerta de forma irreversible
mientras que Arenas todavía es capaz de convencer a cualquiera no solo de
que está vivo, sino de que está hecho un chaval. Genio y figura.