Adolfo Pérez López
Exalcalde de Garrucha
María López, elegida alcaldesa de Garrucha |
Las
elecciones locales y autonómicas del 24 de mayo nos han dejado un mapa político
nacional muy inestable, donde la gobernabilidad en ayuntamientos y autonomías
será bastante complicada. El Partido Popular ha sido el más votado, aunque
pierde poder territorial al haberse dejado en el camino las mayorías absolutas
de que disfrutaba, quedando ahora en manos de Ciudadanos (C’s). Lo que ha
supuesto que presidentes del PP que han perdido la mayoría absoluta, aunque no
la simple, renuncien a presidir el partido en sus respectivas regiones, lo que
es algo encomiable. Ciertamente que el dirigente de un partido político, al
nivel que sea, que haya sido despojado del poder por haber sufrido un fracaso o
derrota electoral está obligado a bajarse del pedestal para dar paso a caras
nuevas y renovadas ilusiones. O sea, lo que se entiende por tener vergüenza
torera.
El resultado electoral del PP en los municipios costeros del levante almeriense es un abanico de luces y sombras, unos brillan con luz propia (Pulpí y Mojácar) y otros navegan en el claroscuro del pacto (Carboneras, Cuevas del Almanzora y Vera), mientras que el PP de Garrucha ha perdido el poder municipal habiendo sufrido un importante descalabro.
Muy a la ligera hemos dicho que la victoria de los socialistas en Garrucha se ha debido únicamente a la candidatura presentada por los cuatro concejales disidentes del grupo popular del ayuntamiento. Disidencia originada por la discrepancia con el alcalde, lo que dio lugar a que hace unos meses los cuatro abandonaran el gobierno municipal. Sin embargo, la realidad es más compleja. Por haberlo oído y leído de expertos y mi propia experiencia sé que en una elección concurren una serie de factores que es preciso tener en cuenta a la hora de conformar un análisis final. Algo parecido a lo ocurrido ahora sucedió ya en Garrucha en el año 1995. También hubo cuatro candidaturas: PP, PSOE, PIE (independiente) e IU. Mi candidatura era la del PP, mientras que la del PIE procedía de una rama desgajada del PP, también por un conflicto en su seno, por cierto que estuvo muy bien financiada. El resultado fue que perdí un concejal pero mantuve mi quinta mayoría absoluta (seis concejales y el 51,44% de los votos) a pesar de los dieciséis años de desgaste. El PSOE conservó sus cuatro concejales (33’04%) y el PIE consiguió uno (11,62%). Entonces eran once concejales. Es correcto deducir, pues, que en la derrota electoral del PP de Garrucha del 24 de mayo han concurrido otros factores además de la candidatura del GIGA. Así es que no nos engañemos, la mayoría de los votantes de Garrucha han apostado por un cambio de rumbo en la política municipal.
Las causas profundas del desencuentro entre el alcalde y esos concejales ahora no hacen al caso, pero sí decir que en la situación creada hay varios responsables. Ante la realidad del conflicto, el 9 de febrero le envié un escrito al presidente provincial del PP, Gabriel Amat, instándole a que cuanto antes consiguiera el acuerdo entre ambas partes. En el escrito le decía: “Garrucha, con ocho mil habitantes, es un municipio que el PP no debe perder, por lo que es preciso hacer lo imposible para ganar”. También le decía que era seguro que la candidatura del PP sería la mejor de las que se presentaran. Y le indicaba que si era necesario convocara una asamblea local de militantes con la presencia de dirigentes provinciales. Pero ni el señor Amat me ha contestado, ni me ha hecho caso, ni nadie de ellos ha puesto un pie en Garrucha para resolver el problema. Ahora leemos en la prensa lo que dice el secretario general provincial del PP, D. Javier Aureliano: “Lo ocurrido en Garrucha es algo que me duele profundamente, me escuece.” Y por dos veces añade que está triste por lo sucedido.
Como ya no caben lamentos, corresponde ahora recomponer el destrozo que se ha producido en el PP local, para lo que, amortizados unos, deberán ser otros los que se hagan cargo de la dirección, restañen las heridas causadas y dirijan la oposición política. Oposición que ha de ser rigurosa, eficiente y constante, con información veraz al pueblo de Garrucha para que se entere de lo que sucede en el ámbito municipal, siendo así como se consigue la necesaria credibilidad. El tiempo dirá si se ha aprendido o no la lección y cómo se acomete la labor política, pues los que sentimos al PP queremos un partido dinámico, no anquilosado ni desanimado, con caras nuevas en la dirección y renovadas ilusiones, o sea, un PP que brille en su función. Así es que ahora toca levantar el partido e ir preparando una candidatura atractiva para las siguientes elecciones locales.
El resultado electoral del PP en los municipios costeros del levante almeriense es un abanico de luces y sombras, unos brillan con luz propia (Pulpí y Mojácar) y otros navegan en el claroscuro del pacto (Carboneras, Cuevas del Almanzora y Vera), mientras que el PP de Garrucha ha perdido el poder municipal habiendo sufrido un importante descalabro.
Muy a la ligera hemos dicho que la victoria de los socialistas en Garrucha se ha debido únicamente a la candidatura presentada por los cuatro concejales disidentes del grupo popular del ayuntamiento. Disidencia originada por la discrepancia con el alcalde, lo que dio lugar a que hace unos meses los cuatro abandonaran el gobierno municipal. Sin embargo, la realidad es más compleja. Por haberlo oído y leído de expertos y mi propia experiencia sé que en una elección concurren una serie de factores que es preciso tener en cuenta a la hora de conformar un análisis final. Algo parecido a lo ocurrido ahora sucedió ya en Garrucha en el año 1995. También hubo cuatro candidaturas: PP, PSOE, PIE (independiente) e IU. Mi candidatura era la del PP, mientras que la del PIE procedía de una rama desgajada del PP, también por un conflicto en su seno, por cierto que estuvo muy bien financiada. El resultado fue que perdí un concejal pero mantuve mi quinta mayoría absoluta (seis concejales y el 51,44% de los votos) a pesar de los dieciséis años de desgaste. El PSOE conservó sus cuatro concejales (33’04%) y el PIE consiguió uno (11,62%). Entonces eran once concejales. Es correcto deducir, pues, que en la derrota electoral del PP de Garrucha del 24 de mayo han concurrido otros factores además de la candidatura del GIGA. Así es que no nos engañemos, la mayoría de los votantes de Garrucha han apostado por un cambio de rumbo en la política municipal.
Las causas profundas del desencuentro entre el alcalde y esos concejales ahora no hacen al caso, pero sí decir que en la situación creada hay varios responsables. Ante la realidad del conflicto, el 9 de febrero le envié un escrito al presidente provincial del PP, Gabriel Amat, instándole a que cuanto antes consiguiera el acuerdo entre ambas partes. En el escrito le decía: “Garrucha, con ocho mil habitantes, es un municipio que el PP no debe perder, por lo que es preciso hacer lo imposible para ganar”. También le decía que era seguro que la candidatura del PP sería la mejor de las que se presentaran. Y le indicaba que si era necesario convocara una asamblea local de militantes con la presencia de dirigentes provinciales. Pero ni el señor Amat me ha contestado, ni me ha hecho caso, ni nadie de ellos ha puesto un pie en Garrucha para resolver el problema. Ahora leemos en la prensa lo que dice el secretario general provincial del PP, D. Javier Aureliano: “Lo ocurrido en Garrucha es algo que me duele profundamente, me escuece.” Y por dos veces añade que está triste por lo sucedido.
Como ya no caben lamentos, corresponde ahora recomponer el destrozo que se ha producido en el PP local, para lo que, amortizados unos, deberán ser otros los que se hagan cargo de la dirección, restañen las heridas causadas y dirijan la oposición política. Oposición que ha de ser rigurosa, eficiente y constante, con información veraz al pueblo de Garrucha para que se entere de lo que sucede en el ámbito municipal, siendo así como se consigue la necesaria credibilidad. El tiempo dirá si se ha aprendido o no la lección y cómo se acomete la labor política, pues los que sentimos al PP queremos un partido dinámico, no anquilosado ni desanimado, con caras nuevas en la dirección y renovadas ilusiones, o sea, un PP que brille en su función. Así es que ahora toca levantar el partido e ir preparando una candidatura atractiva para las siguientes elecciones locales.