Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
En
el mediodía del viernes 13 de marzo y en el autobús de campaña que llevaba a
Susana Díaz desde Roquetas a El Ejido, Lola González aprovechó los apenas
veinte minutos de viaje para entrevistar a la presidenta y candidata. Fue en la
despedida cuando la periodista de La Voz miró con
prudente picardía a su compañera de asiento y le preguntó: “Susana, si eres
reelegida presidenta, ¿habrá algún consejero almeriense en tu Gobierno? “Lola,
yo no suelo cometer dos veces el mismo error”. Y dejó en el aire una media
sonrisa.
El jueves pasado y en la solemnidad del
salón de baile de los Montpensier, Mari Carmen Ortiz tomaba posesión como
consejera de Agricultura. El cartero siempre llama dos veces; el error, diez
(los gobiernos andaluces en que Almería no ha tenido ningún representante),
pero esta vez no ha habido otro error a añadir a la lista de agravios.
Edición de hoy de La Voz |
En la madrugada previa a la toma de
posesión y mientras paseábamos tras la cena bajo el mirador de la plaza de la Encarnación con la
nueva consejera, Sánchez Teruel no podía (y tampoco quería) disimular su
satisfacción por la decisión de la presidenta. El desencanto de septiembre de
hace dos años se había vestido, dieciocho meses después, del perfil amable que
siempre acompaña al objetivo cumplido.
En aquellas semanas de rumores mediáticos
delirantes y miserias humanas partidistas, algunos de quienes colaboraron
–y con qué maniobras- para que no hubiera entonces una consejera almeriense y
que, no se equivoquen, no viven más allá de Pescadería-, se apresuraron a
justificar la decisión excluyente de Sevilla, no por convencimiento, sino por
sumisión al poder, una filosofía que ha marcado siempre la relación del
socialismo almeriense con el poder sevillano; y así nos ha ido, por cierto.
Pero la satisfacción no era sólo por la
presencia almeriense en el palacio de San Telmo, sino por cómo va a estar
presente. Todas las consejerías son importantes, pero, para Almería, la más
importante, por las decisiones que adopta, es Agricultura.
Una consejería y una consejera lo son de
toda la Comunidad
y, por tanto, para toda la Comunidad. Desde
el jueves, Ortiz es una consejera de Almería, pero también de la fresa de Hueva.
A su mesa llegarán los problemas de los arrozales de Sevilla y del olivar de
Jaén. Y muchas de sus decisiones estarán condicionadas desde Bruselas.
Lo que sí demuestra la realidad -y
avalan los hechos: ahí están los ejemplos de otros consejeros, aquí con Martín
Soler y en otras provincias con otros- es que la cercanía y el conocimiento del
innovador sector agrícola le hará ser más sensible a sus aspiraciones y a sus
demandas.
Ya sé, ya sé que el internacionalismo
militante seguirá manteniendo que la procedencia de los consejeros no influye
en sus decisiones. Una conclusión inevitable en quien encierra sus
aspiraciones políticas en los límites orgánicos de la sede de la avenida Pablo
Iglesias. A quienes así piensan habría que recordarles la “torpeza” de Jaén por
estar presente permanentemente en la mesa del consejo de Gobierno; una
circunstancia de tono menor que, seguro, a lo largo de estos años no tiene nada
que ver con que el olivar reciba cada campaña cuatrocientos millones en
subvenciones, lo que supone casi el cincuenta por ciento de la renta agraria en
aquella provincia, mientras que, en la nuestra, esas mismas ayudas solo ocupan
el cuatro por ciento de la renta de los agricultores almerienses; o que una
hectárea de algodón reciba dos mil euros de fondos europeos antes de empezar a
andar en el inicio de cada temporada.
Son sólo algunos datos, pero podía seguir.
Con todo, la importancia de que una almeriense sea consejera de Agricultura no
estriba en el aumento o no de posibles ayudas directas, sino en un mayor apoyo
a la modernización, a la innovación, a la comercialización y al fomento de una
cultura de empresa que nos haga pasar de un concepto “agrícola” a otro
“alimentario”, mucho más amplio y más acorde con la oferta y la demanda en el
nuevo mercado global.
Este cambio de “agrícola” a “alimentario”
lo explica extraordinariamente Jerónimo Molina -otro almeriense- cuando
sostiene que no es lo mismo ordeñar la vaca que vender Actimel. Molina afirma
con tino que antes los productos se demandaban por los consumidores de una
forma natural y se vendían en los mercados locales. Hoy día se venden en
mercados globales y durante todo el año, lo que requiere un proceso importante
de transformación, industrialización y comercialización, y al consumidor hay
que darle productos ya elaborados, que es lo que demanda.
Lo dicho: de la leche a granel al Omega 3.
Y es en estos procesos donde la nueva consejera debería proyectar su apoyo a la
agricultura almeriense. Un sector productivo cuya experiencia también debería
ser exportable a otros territorios y a otros productos cultivados en otras
zonas de Andalucía.
La tierra es redonda y el mundo es global.
Los cambios en la agricultura siempre han costado mil años en llegar. Ahora
cada día hay alguien que en un laboratorio, en una universidad, en un centro
tecnológico o bajo un invernadero aporta su capacidad innovadora a un sector en
constante transformación.
Los almerienses fuimos pioneros y somos la
vanguardia en este proceso. La nueva consejera lo sabe y su reto con esta
tierra es ayudarla a ser mejor y más competitiva cada cosecha, cada día.
En la relación de posibles consejeros
sugeridos a San Telmo iban varios nombres. Los amantes del chapapote mediático
y político seguro que navegarán algunos días en medio de un fango inventado. No
hagan caso. La presidenta ha elegido a quien ha considerado que más podía
contribuir a su proyecto de Gobierno y, entre esas consideraciones, quizá haya
sido decisiva la experiencia parlamentaria de Ortiz y su gestión como
presidenta del IFAPA desde el pasado año. Lo demás, créanme, son sólo
conversaciones tardías de casino provinciano.
Quienes -desde la política, la empresa, los
sindicatos y los colectivos sectoriales- apostaron (y protestaron entonces)
por que un almeriense volviera a estar presente en la sala de Gobierno de San
Telmo han ganado. Y Susana Díaz demostró a Lola González que aquella
conversación de campaña iba en serio.