Don Juan Berbel, durante
bastante tiempo, a mediados del siglo XX, ejerció como maestro nacional en
Cantoria, localidad de la que, además, fue alcalde. Desde nuestro pueblo envió
a Gerardo Diego uno de sus libros… Muchos años después el escritor Julio Alfredo Egea (Chirivel, 1926) contó, en
un fascículo dedicado a los pueblos del Alto Almanzora, que un día Gerardo
Diego, sabiéndole almeriense, le dijo: “Hay por tu tierra un pueblo que para
mí, tan amante de la música, tiene el nombre más hermoso que nunca oí. Se llama
Cantoria”.
Iglesia de Cantoria |
Y le refirió que había conocido ese nombre por el libro que don Juan Berbel le
había enviado desde aquí. Para Gerardo Diego, el gran poeta, el mago musical de las palabras, el
conocedor de los nombres de multitud de lugares españoles, catedrático de
instituto en Soria, en Gijón, en Santander y en Madrid, para Gerardo Diego no
había nombre más bonito que el de Cantoria.
Ciertamente el de nuestro pueblo es nombre bellísimo; rico en matices sonoros. Combina cierta dureza consonántica central, con blanduras líquidas que se derraman por las últimas vocales, trayéndonos ecos de una ría suave y luminosa, cuyas dulces aguas regaran un jardín de notas musicales.
A la etimología de tan bello nombre nos ha acercado el magnífico estudio de don Pedro Lozano Blesa, publicado en el número 2 de Piedra Yllora. Sostiene don Pedro, con muy fundamentados argumentos y amplia cita de autores, que el vocablo Cantoria pudiera ser un teónimo, de origen íbero y celtíbero, formado por dos partes: cant, lo blanco, lo brillante; y oria, derivado de ur, el agua, el río…
De manera que, según eso, podría significar agua que brilla, río luminoso.
Aludiría, probablemente, al Almanzora, que, cuando sale, visto desde lo alto,
viene lleno de espejos refulgentes, de luminarias y estrellas líquidas que
emiten destellos blancos, como si la corriente fuera un ancho chorro de luz
derretida. Lo cual ya observarían los antiguos pobladores.