Manuel
León
Redactor-Jefe
de La Voz de
Almería
Se
le veía radiante esa noche, quizá una de las más felices de sus últimos años.
Allí, en la noche estrellada del Palmeral de Vera, recibió, mientras sonaba la
música de los gladiadores romanos, uno de los premios que La Voz de Almería concedía a personas e
instituciones destacadas del Levante almeriense. Él, que se acaba de ir con 75
abriles, fue también a su manera un gladiador romano, siempre en la arena del
anfiteatro sorteando leones con talento y esfuerzo.
Fue Robustiano Carrillo un tipo que supo
trabajar y vivir- un tándem difícil de conciliar a veces- pero que él lo
bordaba, arrimándose por igual a los palets y a sus amigos. Hoy entierran a
este comerciante, a este trashumante del Almanzora, en su pueblo natal, en
Albox, un hombre tan conocido como apreciado por toda esa comarca y por los
pueblos de Vera, Garrucha, Mojácar donde vendía sus cafés y sus licores.
Robustiano Carrillo |
A bordo de una vespa Llevaba Robustiano
en los genes la impronta de los viejos negociante moriscos del Almanzora, del
emprendedor nato que con cuatro palos hace un barracón, que cambia una sera de
higos por un cuarterón de aceite y con el aceite compraba un cerdito y con las
longanizas y butifarras se agenciaba una furgoneta. Y así hasta el infinito.
Acababa de frisar los 50 años redondos
de trabajo continuado, al pie del cañón, desde que comenzara de aprendiz en la
tienda de ultramarinos de Domingo Sánchez en su Albox natal, el pueblo donde
-dicen- que los niños al nacer los arrojan a la pared y se quedan pegados. Es
hijo de La Loma
albojense donde vino al mundo el año que terminó la Guerra.
Se quedó huérfano de padre con 5 años y
tuvo que empezar a trabajar con 12 años, aprendiendo las cuatro reglas de noche
con el maestro Paco Serrano. Así consiguió maña para redactar las cartas
comerciales de la época. Con 17 años que tenía se embarcó como viajante del
almacén de los Granados. Iba a Macael, a Olula, en coche de línea, vendiendo de
todo, desde productos de alimentación al calzado de la fábrica de Miguel
Giménez.
Le tocó en el sorteo de quintos irse a
hacer la Mili a Melilla,
en Ingenieros, en unos tiempos difíciles después de la Guerra de Sidi Ifni.
Después de los 18 meses que duraba el servicio a la patria, el albojense se
estableció por vez primera por su cuenta vendiendo cuchillas de afeitar en una Vespa
por la Rambla
de Oria, Los Cerricos hasta Las Menas de Serón.
También se dedicó a vender máquinas de
coser y radios de galena y televisores de Radio Sol de Almería. La primera
tele que llegó a Albox se la vendió a Cafetería Los González. Al poco tiempo se
quedó con la representación en el Almanzora de La Estrella de Levante con
fábrica en Espinardo. Al comienzo tuvo su centro de operaciones en la casa de
su madre y después abrió almacén cerca de la Plaza Nueva.
Cada vez fue ampliando más el acopio de
productos: cervezas, vinos de La
Mancha , cajas de aguardientes. Recuerda el empresario
albojense que le ayudó mucho en aquellos años 60, Juan Luis Granero, de la casa
Montilla, en Córdoba. Hasta pusieron su nombre a un vino: Fino Robustiano. Una vez llegó a venderle de una tacada mil cajas
de vino a Antonio Carmona para el chateo en barra.
Fue prosperando con paso firme Robustiano
Carrillo pero le cayó encima la crisis de finales de los 70 con intereses
al 20% y decidió abrir un centro de representaciones y vender a comisión. Se
convirtió en un comercial multimarca. Fue pagando las trampas que arrastraba
vendiendo Café Marcilla, Arroz La Fallera , Licor
43, Ponche Caballero, aceitunas,
hasta 40 representaciones en total.
El negocio fue aminorando cuando
empezaron a abrir años después las grandes superficies en la provincia que
empezaban a comprar a sus propias plataformas de distribución. Volvió a darle
un quiebro a la vida, a los negocios, el destino le puso otra vez a prueba su
capacidad de cintura. Volvía a sus viejos tiempos de almacenistas, tras recibir
una copiosa indemnización de la dirección de Marcilla con la que había pactado un sueldo vitalicio de 250.000
pesetas mensuales de las de aquellos años hasta su jubilación.
Decidió especializarse en hostelería,
en el reparto a bares y restaurantes de marcas de vino de buena entrada en el
mercado como Emilio Moro, Matarromera, Ramón Bilbao, Mar de Frades
y hacer plantilla con cinco viajantes. Decidió, como alma inquieta, emprender
un nuevo negocio. Se alió con Alfredo Carmona, un maestro tostadero de Macael y
ampliaron la pequeña fábrica de Café
Solana para convertirla en Café los
González con la marca La Caribeña , en el
Polígono Rubira Sola de Macael, rodeados de talleres y empresas de almacenaje
de mármol de Los Filabres.
La empresa compra el café verde en el
mercado de valores y lo tuesta en sus instalaciones fabriles. Después lo
distribuyen en bolsas de kilo y latas por los bares y cafeterías. Su mayor
fortaleza de implantación se localiza en la zona del Almanzora y en el Levante
de la provincia con Macar y sus
almacenes de 4.500
metros en el Real de Antas.
Se va Robustiano pero deja un legado de
esfuerzo, de trabajo continuado y también de saber vivir. Robustiano
Carrillo Manchón nació en una familia trabajadora del barrio albojense de La Loma. Su padre, Frasquito
de Pedro María, era un hombre cabal que se dedicaba a comprar ovejas y corderos
en los montes de Granada y de Jaén y a embarcarlas posteriormente hasta
Barcelona y Valencia.
Albox ha sido y es un páramo en el que
los lugareños tuvieron que hacer acopio de imaginación para labrarse un estilo
de vida. Sin agua, sin fábricas, alejados de todo, se dedicaron muchos de ellos
al transporte, a convertirse en arrieros por los caminos, al estraperlo por
caminos y veredas. Robustiano creció en ese ambiente de emprendedores.
Su madre, Dolores Chacón, viuda, tuvo
que hacer frente a ese contratiempo del destino sacando adelante a sus hijos.
Vivió sus últimos años afincado en Mojácar, con su entrañable rincón del vino
en Restaurante Escánez de Garrucha. Deja las riendas del negocio a sus tres
hijos, tras haber enviudado de su mujer Betsabé, la que le ayudó a salir
adelante en los momentos más duros.