Antonio Torres
Director de Canal Sur en Almería
La prensa anglosajona se ha hecho eco del fallecimiento de la
prestigiosa bailarina Lilian Arias, nacida en Escocia en 1924, que desde
los primeros años sesenta del pasado siglo completó largas estancias en Mojacar,
donde residió junto a su marido, el pianista Enrique Arias. María José
Rodríguez Agüero Shirín (Turre,
1980), licenciada en Filología Inglesa, es una de las alumnas
aplicadas que estuvo con Lilian un día antes de su adiós.
Lilian Arías, Lilian Mojácar y Divine
Light son tres de los nombres con los que se le conocía a esta gran
bailarina escocesa, con doble nacionalidad. Se afincó en Mojácar de la mano del
pianista y compositor Enrique Arias (Bogotá, 1921-Londres, 1994, quien cristalizó
amistad con los primeros promotores del turismo en Mojácar, como el diplomático
Rafael Lorente, en el ojo del huracán del franquismo más triste, y padre del
innovador Enrique García Mauriño Lorente.
Esos pioneros mojaqueros tuvieron la complicidad de Manuel Fraga, del
mandamás Juan Aparicio, de Enrique Llovet y del futurólogo Rafael Lafuente.
Supieron dar a la localidad, regida por Jacinto Alarcón, proyección internacional.
El Parador de Turismo fue impulsado por el consejero de Estado Miguel Vizcaíno.
En Mojaqueros de hecho,
de Francisco Haro Pérez, aparece que el primer personaje que Enrique Arias
trajo a Mojácar fue su exsuegro George Clarkson, quien construyó el
primer chalé de la playa, la famosa mansión de la Cueva del Lobo donde
actualmente reside Enrique Arias hijo, que cuenta con una clínica. El
primer Rolls Royce que aparcaba en la
plaza de Mojácar era de Clarkson, un industrial dedicado a las Artes
Gráficas.
Esa familia canadiense y la que posteriormente firmó Lilian
pudieron disfrutar de las primeras paellas que el matrimonio formado por
Pedro Flores y Rosa Flores, los fundadores de El Puntazo, hicieron
populares en el inicio del turismo y que continúan los herederos, en especial
mi admirado Martín Flores.
A Lilian le llegó la muerte en el agua, quizá un infarto o
que no se había recuperado de su operación de cadera. “Danzaba como una niña
eterna en su Mediterráneo, con su sonrisa única y los mejores sueños,
cuando tenía 88 años”. Le gustaba recordar el origen de aquella
Mojácar pobre y de fuerte emigración. Añoraba los conciertos de música y danza
que organizaba su marido en el Castillo.
Para Shirín hay una
frase de la maestra Lilian que le marcó y le hizo pensar: “Lo que no
puedas experimentar en tu cuerpo, no lo puedes experimentar en ningún
sitio”. María José Rodríguez elogia el talento y la personalidad de
Lilian: “Al verme bailar danza oriental, lo primero que dijo fue que era la
danza más natural que se había encontrado. Tenía una visión universal, hablaba
del movimiento, de la conciencia y el estar presente en cada gesto y paso.
Puedo muchas cosas buenas que tan generosamente me ha transmitido, desde que
nos conocimos en la Cueva del Lobo”.