José
Fernández
Periodista
Se
suele caer con frecuencia en el error de prestar excesiva atención a personas
que, siguiendo esa inveterada tradición española, no sólo hablan acerca de
cosas que no conocen, sino que además dogmatizan sobre ello. Y cuando esas
personas que con tanta ligereza hacen alarde de su desconocimiento son además
populares por su quehacer en ámbitos artísticos (eso que en ocasiones se llama
con tono reprobatorio la farándula)
nos encontramos con el efecto multiplicador de su majadería entre una multitud
de seguidores deslumbrados por las famas y las glorias.
Lo
digo porque he escuchado las declaraciones (quizás no hechas como tales, sino
extraídas de una conversación sin límites prefijados entre lo grabable y lo
reproducible) de un joven actor que ha participado estos días en el rodaje de
una serie de televisión ambientada en Almería y en las que, hablando de las
condiciones de vida de los inmigrantes empleados en tareas agrícolas en nuestra
provincia, vino a decir que para buscar muertos desaparecidos y enterrados no
hay que irse a los desiertos de la frontera mejicana. O algo así de intenso.
Es
decir, que en el mapa mental del entrevistado, Almería y Ciudad Juárez están
hermanadas por una siniestra vecindad criminal. No entraré ahora en la idiotez
dicha por el intérprete, que sin duda va a tener más fácil encontrar cadáveres
ocultos bajo los invernaderos que verme a mí en una sala de cine en donde se
proyecte su trabajo. Lo que vengo a decir es que buena parte de la culpa de la
existencia de este tipo de prejuicios y tópicos tan desacertados como lesivos
sobre Almería la tenemos los propios almerienses, que somos incapaces de
mostrar el más mínimo sentido común a la hora de unificar criterios y concertar
estrategias a la hora de evitar esa leyenda
negra que nos salpica tan frecuentemente.
Nada
o nadie previene y/o combate la sucesión de majaderías y sandeces que se dicen
sobre Almería y su agricultura, retratada habitualmente como un escenario lleno
de plástico, sudor y sangre. Pero eso sí: estamos encantados con ser la
localización natural de nuestro propio escarnio.