Antonio Lao
Director de Diario de Almería
El nombramiento de Antonio Lucas, ex-alcalde de Olula del Río, como nuevo director general de Innovación Cultural y del Libro, me anima a bucear en el gran número de políticos que, habiendo perdido unas elecciones o cesados de sus cargos, logran mantenerse en primera línea política y administrativa, no se sabe bien con qué artimañas, con qué juegos florales y también, claro está, por su valía personal y humana. Sí, valía personal y profesional, no lo tomen como una ironía, porque entiendo que esta capacidad es y merece ser destacada como una virtud y no como un defecto. Y si no, en el caso que inicialmente nos ocupa, cómo debe entenderse que un señor que perdió unas elecciones en su pueblo fuera semanas después nombrado delegado de Cultura y luego, cuando acabó su ciclo, estuviera más de dos años en Madrid como delegado de la Junta en la capital del reino y ahora, director general de Innovación Cultural y del Libro. Un curriculum digno de estar entre los mejores. ¿No creen?
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Pero no es el único. En las filas contrarias, en el PP, ocurre otro tanto de lo
mismo. Pongamos como ejemplo la que fuera concejala Rosario Soto, luego encumbrada
como número tres del partido, parlamentaria autonómica y senadora por la Comunidad Autónoma.
Cuando parecía que había caido en desgracia, su habilidad política le ha
servido para volver, cuatro años más, para estar en el Senado, incluso con el
malestar de dirigentes de su propio partido. Pero ahí sigue. Y si hablamos de
diputados provinciales, ni se imaginan como se premia la pérdida de una
alcaldía. Ejemplos, en la actualidad y sonados tenemos los de la candidata del
PSOE de Berja, Isabel Arévalo, que pasará cuatro años como diputada provincial
o el del -ex-alcalde de Níjar, Antonio Jesús Rodríguez, en Cultura.
En el caso de los asesores, la posibilidad de figurar en la nómina de las
administraciones, tal y como recoge la
Ley , por los diferentes partidos, es muy, pero que muy
amplia. Si ustedes miran los nombres actuales que asesoran a todas y cada una
de las fuerzas políticas, se sorprenderían. Hay algunos que se dedican a
controlar hasta lo que los periodistas escriben en las redes sociales. Pero la
situación no es nueva, aún recuerdo el caso de Pepita Navarro, en el PSOE, en la Diputación dos
legislaturas o el del diputado provincial del PP de Abla, que en tiempos de Tomás
Azorín como presidente, fue capaz de que su partido, lo mantuviera en nómina de
asesor durante tres legislaturas. Parecía que se habían olvidado de él, nunca
se supo que hacía, pero lo cierto es que cada cuatro años renovaba la confianza
de los líderes de su fuerza política. Y luego hasta son capaces de sacar pecho
cuando leemos que la administración, sea cual sea, va a reducir en una decena o
dos docenas el número de cargos público y algún que otro vehículo oficial. De
pena.