Carmen López
Periodista
Cada
año por estas fechas, descendientes de quienes trabajaron las minas de
Rodalquilar se citan en este maravilloso enclave para reunirse y visitar el
lugar en el que algunos vivieron o vivieron sus padres. Tal vez por ello, a
modo de excusa, se convirtió este sábado en el día ideal para dar una vuelta
por aquella espinita aún clavada en el corazón del Parque Natural Cabo de
Gata-Níjar, que tanto fue y para la que tantas promesas hubo que se llevó el
tiempo. En
esas casas que el día a día también destruye, hubo ayer más caminantes, por
aquello de los ancestros, la memoria y el no olvido.
La planta Dénver (la planta de la vieja mina) y las casas nuevas son los dos
últimos iconos de la fase minera de Rodalquilar, que es la fase tardía de la
minería pública durante el franquismo. Pero la primera época, la compañía Darro
se limitó a usar todas las instalaciones (fundición y recursos) de una compañía
previa que se llamaba Minas de Rodalquilar, que era de capital Banco de Vizcaya
y de dirección técnica británica.
Las 'Casas Nuevas' |
Antes de todo esto hubo un periodo de
pequeñas empresas locales, con un visionario excepcional, Juan López Soler, un
perito de minas de la escuela de Vera que estaba convencido de que había muchísimo
oro y que comenzó a aglutinar capital local y empezó a hacer pruebas que fueron
un desastre económico. Con
anterioridad hubo una fase especulativa en la que numerosos oportunistas
y aventureros, desde que supieron que había oro por allí, inscribían derechos
teóricos para que cuando llegara una empresa con decisión de invertir tuviera
que pasar por taquilla y pagarles por esos derechos.
En
el 66 cerró la mina y se abandona el pueblo, se queda fantasma, con unas casas
en perfecto estado. Las hicieron con buena calidad. Pero quienes vinieron lo
hicieron por cuestiones económicas. Eran más de 1.000 personas las que
trabajaban y había techo para unas 900 personas. Había 250 alumnos repartidos
en 9 aulas, no era una escuela. El profesor vivía junto a su aula, sobre ella.
Era del sistema educativo de Adaro. Luego había un colegio público. La dualidad
se mantuvo y hubo también un sistema sanitario del Instituto Nacional de
Industria, que convivía con el del Ministerio de Sanidad. Del confort que
generaba la empresa se beneficiaban todos los habitantes. La finalidad del
sistema de Adaro era una educación de élite para aquella época.
Mientras
fue de la empresa y había un guarda vigilando no se produjeron ocupaciones;
pero cuando se transfirió hubo quienes pensaron que el nuevo amo no era tan
poderoso como el otro, tal vez por la pérdida de respeto institucional. Si
lo hubieran asignado a otra consejería tal vez hubiera cambiado.
Una asociación de supuestos hijos de mineros ocuparon esas viviendas durante
unos 6 años. Muchos de ellos, la mayoría, no tenían nada que ver con los
trabajadores de la minería. Muchos
creían que podían acabar comprando esas viviendas. En el movimiento de okupas
había clases: el presidente se quedó con la vivienda del ingeniero jefe, que
vivía en la cota más alta. Era como un falansterio. La gente de las Casas
Nuevas era más variopinta: panaderos, cantineros… lo que menos había eran
mineros.
El
movimiento de okupas, cuando se generalizó fue entre el 93 y 97. La demolición
fue en el 97, coincidiendo con el 10º aniversario del parque. La gestión
ambiental tenía buena intención, pero esa Consejería tenía algunos ‘elementos’…
Cuando hay un momento crítico aflora el auténtico ser. Predominó la
lógica antigua y optaron por demolerlas. Jugaban una lotería un tanto extraña. Se
cumplen ahora 60 años de la construcción de las casas nuevas y la apertura de
la la mina. El panorama es un tanto desolador.
La demolición ocurrió en la época del conflicto de Bosnia -en concreto el 16 de
junio de 1997- y a la zona se la acabó llamando Sarajevo, porque daba una
sensación muy parecdida. El poblado se ha vallado para impedir que la gente
entre y las casas están endebles, así que se optó por vallarlo. Desde aquel
momento todo lo que se ha hecho es eludir responsabilidades. No hay ninguna
idea, aunque hay iniciativa, algunas muy tentadoras, el problema es que no hay
ningún tipo de acuerdo social sobre qué hacer.
No
hay quien lidere un proceso para dar una salida de consenso, porque hay que
hacerlo desde una perspectiva poliédrica. Hay un exceso de observancia y mucha
presión sobre el asunto. La administración
opta por paralizarse, porque si no hace no obtiene censura, sino una cierta
tolerancia. Cómo tenemos el territorio es una expresión muy cabal de cómo
somos, para lo bueno y para lo malo. Aquí hay un problema de debilidad
institucional frente al individuo cabreado y poco articulado. Hay una ética de
no comprometerse con las instituciones.
Lo que puede hacer un Ayuntamiento en un parque natural está por definir. Hasta
ahora se han inhibido. En el caso de Níjar ha sido espectacular, ha sido una
huida que se ha vendido como expulsión. Ha mantenido posiciones recaudatorias,
pero no ha gestionado. La
Consejería tiene una misión, la de velar por los recursos
naturales, pero cuando los dejamos solos como un señor feudal, que se queda con
una finca y hace con ella lo que considera…
Parque
es un territorio, en él vive gente, y necesita una administración civil. Parque
es una acepción administrativa que busca proteger el territorio; pero la
voluntad colectiva está huérfana, por la huida de la administración. Hay
mucho que recuperar.