Se caen las 'Casas Nuevas' de Rodalquilar

Carmen López
Periodista

Cada año por estas fechas, descendientes de quienes trabajaron las minas de Rodalquilar se citan en este maravilloso enclave para reunirse y visitar el lugar en el que algunos vivieron o vivieron sus padres. Tal vez por ello, a modo de excusa, se convirtió este sábado en el día ideal para dar una vuelta por aquella espinita aún clavada en el corazón del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, que tanto fue y para la que tantas promesas hubo que se llevó el tiempo. En esas casas que el día a día también destruye, hubo ayer más caminantes, por aquello de los ancestros, la memoria y el no olvido.

La planta Dénver (la planta de la vieja mina) y las casas nuevas son los dos últimos iconos de la fase minera de Rodalquilar, que es la fase tardía de la minería pública durante el franquismo. Pero la primera época, la compañía Darro se limitó a usar todas las instalaciones (fundición y recursos) de una compañía previa que se llamaba Minas de Rodalquilar, que era de capital Banco de Vizcaya y de dirección técnica británica.

Las 'Casas Nuevas'
Antes de todo esto hubo un periodo de pequeñas empresas locales, con un visionario excepcional, Juan López Soler, un perito de minas de la escuela de Vera que estaba convencido de que había muchísimo oro y que comenzó a aglutinar capital local y empezó a hacer pruebas que fueron un desastre económico. Con anterioridad hubo una fase especulativa en la que numerosos oportunistas y aventureros, desde que supieron que había oro por allí, inscribían derechos teóricos para que cuando llegara una empresa con decisión de invertir tuviera que pasar por taquilla y pagarles por esos derechos.

La Planta Dénver y las Casas  estuvieron activas de 1956 a 1966. Comenzaron a construirse en el 55 y en el 56 ya estaban habitadas. En el año 56 llegó Franco para ver la puesta en funcionamiento de la planta. Una planta que no era muy adecuada para este yacimiento, sino para una minería de explotación más masiva. Hasta el momento era más rentable trabajando con el filón concreto, con galerías.

En el 66 cerró la mina y se abandona el pueblo, se queda fantasma, con unas casas en perfecto estado. Las hicieron con buena calidad. Pero quienes vinieron lo hicieron por cuestiones económicas. Eran más de 1.000 personas las que trabajaban y había techo para unas 900 personas. Había 250 alumnos repartidos en 9 aulas, no era una escuela. El profesor vivía junto a su aula, sobre ella. Era del sistema educativo de Adaro. Luego había un colegio público. La dualidad se mantuvo y hubo también un sistema sanitario del Instituto Nacional de Industria, que convivía con el del Ministerio de Sanidad. Del confort que generaba la empresa se beneficiaban todos los habitantes. La finalidad del sistema de Adaro era una educación de élite para aquella época.

La Junta de Andalucía se hace con las Casas Nuevas, tras declararse Parque Natural, en el proceso de transferencias a las comunidades autónomas y pidió la finca porque era un sitio central, con mucha edificabilidad y prestar servicios para la futura gestión del parque. Es propiedad de la Junta, no de la Consejería de Medio Ambiente, es una asignación ejecutiva. Eso no es un dato irrelevante con respecto al deterioro.

Mientras fue de la empresa y había un guarda vigilando no se produjeron ocupaciones; pero cuando se transfirió hubo quienes pensaron que el nuevo amo no era tan poderoso como el otro, tal vez por la pérdida de respeto institucional. Si lo hubieran asignado a otra consejería tal vez hubiera cambiado.

Una asociación de supuestos hijos de mineros ocuparon esas viviendas durante unos 6 años. Muchos de ellos, la mayoría, no tenían nada que ver con los trabajadores de la minería. Muchos creían que podían acabar comprando esas viviendas. En el movimiento de okupas había clases: el presidente se quedó con la vivienda del ingeniero jefe, que vivía en la cota más alta. Era como un falansterio. La gente de las Casas Nuevas era más variopinta: panaderos, cantineros… lo que menos había eran mineros.

El movimiento de okupas, cuando se generalizó fue entre el 93 y 97. La demolición fue en el 97, coincidiendo con el 10º aniversario del parque. La gestión ambiental tenía buena intención, pero esa Consejería tenía algunos ‘elementos’…  Cuando hay un momento crítico aflora el auténtico ser. Predominó la lógica antigua y optaron por demolerlas. Jugaban una lotería un tanto extraña. Se cumplen ahora 60 años de la construcción de las casas nuevas y la apertura de la la mina. El panorama es un tanto desolador.

La demolición ocurrió en la época del conflicto de Bosnia -en concreto el 16 de junio de 1997-  y a la zona se la acabó llamando Sarajevo, porque daba una sensación muy parecdida. El poblado se ha vallado para impedir que la gente entre y las casas están endebles, así que se optó por vallarlo. Desde aquel momento todo lo que se ha hecho es eludir responsabilidades. No hay ninguna idea, aunque hay iniciativa, algunas muy tentadoras, el problema es que no hay ningún tipo de acuerdo social sobre qué hacer.

No hay quien lidere un proceso para dar una salida de consenso, porque hay que hacerlo desde una perspectiva poliédrica. Hay un exceso de observancia y mucha presión sobre el asunto. La administración opta por paralizarse, porque si no hace no obtiene censura, sino una cierta tolerancia. Cómo tenemos el territorio es una expresión muy cabal de cómo somos, para lo bueno y para lo malo.  Aquí hay un problema de debilidad institucional frente al individuo cabreado y poco articulado. Hay una ética de no comprometerse con las instituciones.

Lo que puede hacer un Ayuntamiento en un parque natural está por definir. Hasta ahora se han inhibido. En el caso de Níjar ha sido espectacular, ha sido una huida que se ha vendido como expulsión. Ha mantenido posiciones recaudatorias, pero no ha gestionado.  La Consejería tiene una misión, la de velar por los recursos naturales, pero cuando los dejamos solos como un señor feudal, que se queda con una finca y hace con ella lo que considera…

Parque es un territorio, en él vive gente, y necesita una administración civil. Parque es una acepción administrativa que busca proteger el territorio; pero la voluntad colectiva está huérfana, por la huida de la administración. Hay mucho que recuperar.