Mejor una fábrica de jabones

Paco Campos
Doctor en Filosofía y profesor de la UAL

El Gobierno de la Junta, más metropolitano que nunca, aprueba la reapertura de las minas de Alquife y nos mete el polvillo colorao por las narices y los pliegues de las orejas. Dice el barandas de la empresa belga, creo, que todo va a ir muy tapadito: del tren al camión y luego al barco en el puerto de Almería o en el del Pueblecico.

Minas de Alquife
¿Os imagináis el mineral de hierro dando vueltas por la Alameda Principal de Málaga, metido en camiones, en caravanas de camiones, o por la ribera del Guadalquivir camino del puerto de Sevilla, o por la avenida de la Constitución de Granada, o por el Gran Eje de Jaén, o por la avenida de Méjico de Huelva, o por la alameda Marqués de Comillas de Cádiz, o por el Paseo de la Ribera de Córdoba, a que no? Pues ya está.

Para crear mil puestos de trabajo, que trabajan para una minoría extranjera, en el más puro estilo colonial, no hace falta dar por saco a doscientos mil habitantes que ya habíamos olvidado la carbronería de los Cables. Ya veremos cuando la Almería ribereña se ponga colorá, como la pollera colorá; ya veremos, y no tendrá remedio. Este consejero no tiene escrúpulos y los parlamentarios almerienses en Sevilla no tienen ni puta idea; hablan, como el consejero, de desarrollo sostenible, y aquí ni una cosa ni otra.

Acaso quieren esas cabezas una alternativa para el paro de El Marquesado, pues tomen nota: una fábrica de jabones, de detergentes, de peines, de juguetes, de alfombras, de zapatos, de tornillos y tuercas, de muebles, de embutidos, de cerámica, de estanterías, de bebidas, de tejidos, de componentes electrónicos, de laboratorios farmacéuticos, de botellas, de empacadoras de alimentos, de ladrillos, de refrescos, de equipos y maquinaria, de plásticos y hules, de equipos de seguridad, de reciclajes, de computadoras, de audio y video, de medios magnéticos y ópticos, de carrocerías, de refrigeración y calefacción, de unnnnnn, de annnnnnn, de innnnnnnn, y así sucesivamente, señores del polvillo, que no del polvete.