Paco Campos
Doctor en Filosfía y profesor de la UAL
De
una puta vez, vamos a hacer bien las cosas. Hacer las cosas bien es no dar pie
al cabreo, la indignación o la crítica que nos ponga a los pies de los
caballos. Casi siempre es el Ayuntamiento el que mete la pata. ¿Quién será el
que decide como han de hacerse las cosas tanto desde la estética como de la
funcionalidad? ¿Quién dice qué debe haber en el centro de las rotondas? Es
mejor no hacer nada, dejarlas diáfanas y con visibilidad, si es que no puede
haber una fuente o un escultura, y si ha de haber algo, que sea lo menos
desagradable posible, ¿Quién diseña las zonas ajardinadas, quién será ese
lumbreras que hace horrible un espacio que antes no lo era? ¿Quién ha decido
actuar de esa manera tan horrorosa en el espacio que hay junto a la iglesia de
Santiago, debajo de la entrada a los refugios? Y hablando de ellos, ¿quién sería
el que proyectó el búnker que le da entrada, que no tuvo en cuenta el espacio
tan pequeño en el que iba a ser construido?
Carril con farola |
Y así sucesivamente. Almería se ha convertido en un Calvario jalonado por
horripilancias, y todo por no haber un asesor estético. Lo mismo que sucede con
otras barbaridades, como la de hacer una fuente en plena desembocadura de la Rambla , que la obstruye y
será causa de reventones, por no haber un plaza de geógrafo.
Pero el que rompe
todos los moldes es el que piensa sobre el carril bici. Al inefable Góngora,
que proyectó la Rambla
de los Famobil, no se le ocurre otra cosa que un carril hecho con losillas que
hacen sufrir a la rabadilla del culo. Ahora dicen –ellos- que están haciendo
carriles, cuando en realidad lo que hacen es pintar el suelo, sin tener en
cuenta el piso, el pavimento –homologado por Europa- por el que rodarán
vehículos con ruedas estrechas y sin suspensión. Hay carriles con un ancho
disparatado como en el Parque Nuevo, y otros tan estrechos y pintados en las
aceras que acceden a El Puche que resulta difícil saber quién de los dos, el peatón
o el ciclista, tiene espacio propio.
Hacer las cosas bien es hacerlas con interés y no de compromiso de cara a
justificar un programa, una ayuda o un titilar. Hay que hacer bien las cosas, y
no al buen tuntún. ¡Con lo bonito que es el paraje (geográfico) y lo feo que es
el paisaje (urbano)!