Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería
La
primera vez que conocí Málaga fue el anochecer del 4 de febrero de 1988.
Después de cinco horas de carretera endiablada en la que el hastío de curva
tras curva sólo se matizaba por la belleza de un paisaje de mar y azules,
la llegada a la Alameda
me pareció el paraíso. En aquel tiempo yo no había leído a Kavafis, pero años
después comprendí que la razón poética que encerraban sus versos cuando en
Viaje a Itaca defiende que lo importante es el camino, no el destino -Pide que
tu camino sea largo, rico en experiencia, en conocimiento (…) Llegar allí es tu
meta. Mas no apresures el viaje-, en algunos trayectos mundanos no siempre es
deseable.
La Voz de Almería de hoy |
Almería
nunca ha sido destino porque nunca tuvo caminos por los que llegar. Durante
siglos ha sido una provincia aislada por carreteras que alejaban en vez de
acercar, que desunían en vez de unir, que descosían la geografía de un
territorio en vez de coserla con los hilos invisibles (pero invencibles) del
conocimiento compartido con quienes nos rodean y con quienes compartimos las
mismas señas de identidad.
Con
la inauguración el pasado miércoles del último tramo de la autovía a poniente
se cierra un viaje que se antojaba interminable. Almería limita al norte con la
autovía de Granada, al este con la de Murcia, al oeste con la de Málaga y al
sur con el mar. Llegar a las tres provincias más cercanas ya no es una quimera,
es un paseo. Un
paseo que ha costado mucho, pero que ha tardado más. 19 años desde que el
ministerio de Medio Ambiente aprobó la resolución 23968 en la que se formulaba
declaración de impacto ambiental para el estudio informativo del tramo Motril-Adra.
Claro que, como en cualquier drama, siempre hay poso de comedia. El de
esta obra ya venía de fábrica: a pesar de que la resolución ministerial es de
29 de julio del 96, la resolución no fue publicada en el BOE hasta el 30 de
octubre de ese año, 93 días después de su aprobación. Si en publicar un puñado
de líneas se tardaron casi cien días, cómo extrañarse de que en construir 60 kilómetros se haya
tardado 19 años; en fin…
Dicen los ingleses que no hay nada más estúpido que azotar un caballo
muerto y no seré yo quien pierda energías ahora en criticar tanta tardanza.
Detenerse a contemplar al pasado lleva al riesgo de no mirar el futuro y es el
mañana y no el ayer lo que nos va a hacer avanzar. Por
eso, ahora que ya está casi completado el mapa de autovías -faltan los tramos
del Almanzora y la conexión del levante de la capital con la A- 7 por Viator-, a lo que
hay que aprestarse es a aprender de lo ocurrido en tan largo viaje y sacar las
conclusiones de cómo y por qué se ha tardado tanto en unir Málaga con
Almería y qué hay que hacer para que algunos errores no se repitan, ni en las
obras pendientes, ni -sobre todo- en el reto más importante que tenemos planteado
los almerienses en la actualidad, que no es otro que la llegada de la Alta Velocidad.
No
sé usted, pero yo siempre he tenido la sensación de que nuestros paisanos
andaluces de Granada y Málaga y nuestros vecinos fronterizos de Murcia nunca
han realizado la presión necesaria para llegar hasta Almería por autovía.
Málaga siempre ha mirado más hacia Cádiz; Granada hacia Murcia y Murcia hacia
Alicante. No es una crítica hacia esas prioridades porque esas opciones tienen
su lógica geoestratégica y económica; lo reprochable es el velo del desdén con
que nos han mirado.
No es victimismo, son datos: Málaga está unida por autovía
y autopista con Algeciras desde hace años, con Almería desde el miércoles;
Murcia nunca propició con verdadera exigencia la autovía con Almería, de hecho,
el tramo Almería–Puerto Lumbreras se terminó antes que el Puerto Lumbreras-Murcia; y Granada llegó hasta Guadix y pasó de largo hasta la región murciana.
¿Culpa de los gobiernos de PSOE y PP en Madrid y de los socialistas en Sevilla?
Sí. Pero también de las autoridades locales de esas provincias que no supieron
o no quisieron mantener un nivel de exigencia de intensidad similar al que
plantearon con otras provincias.
"Los almerienses no sabemos reivindicar y, sobre todo, no somos constantes en la reivindicación; es como si la tensión sostenida nos diera miedo"
Pero
nosotros también tenemos nuestra responsabilidad en tanta tardanza y tanto
olvido. Los almerienses no sabemos reivindicar y, sobre todo, no somos
constantes en la reivindicación; es como si la tensión sostenida nos diera
miedo. Ahora,
con el reto del AVE, tenemos una oportunidad colosal para demostrar que hemos
aprendido la lección. ¿Cómo hacerlo? Tejiendo alianzas con nuestros vecinos de
Murcia en general y del campo de Lorca en particular para exigir al gobierno
que salga de las urnas en diciembre -sea el que sea- que las obras no
sólo no se detengan, sino que se amplíen los compromisos de inversión para
agilizarlas.
No
podemos esperar indefinidamente a lo que por justicia y por rentabilidad
socioeconómica tenemos derecho; o al menos tanto derecho como Orense, Murcia,
Granada o León.
Almería
ha dejado de ser una isla por carretera. Si permitimos continuar siéndolo por
ferrocarril no tendremos derecho a mirar a la cara a nuestros hijos mientras
asumamos como una maldición bíblica que el tren siga tardando en llegar a
Madrid siete horas. A
ver si esta vez tenemos lo que hay que tener: Rigor en el planteamiento,
fortaleza persistente en la reivindicación y estrategia inteligente
en las alianzas. Piénselo
en esta mañana de domingo; verá que no es tan difícil.