La chapuza del carril bici en Almería

Paco Campos
Doctor en Filosofía y profesor de la UAL

Posiblemente, cuando en Europa pensaron en un plan de movilidad ciudadana, pensaron en ciudades como las suyas en las que el centro histórico es prácticamente peatonal, ciudades con grandes áreas ajardinadas y espacios amplios que realzan edificaciones dignas de ser contempladas, avenidas amplias que nos introducen en la ciudad moderna, avenidas por las que tranvías, bicicletas y patines no interfieren el tráfico que fluye por vías rápidas y que conectan zonas residenciales, deportivas y de esparcimiento junto a las márgenes de un río o de un estanque.

Carril bici de Almería
Posiblemente, cuando Europa fija este modelo no estaría pensando en su espacio meridional, a diferencia del centro y norte donde la reconstrucción tras la Segunda Guerra posibilitó espacios urbanos en los que el automóvil no tendría por qué ser el enemigo número uno, como pasa con nosotros, por ejemplo, que siempre renegamos de los coches pero no renunciamos a ellos cuando vamos a ver a un cuñado, por ejemplo, que vive a quince o veinte minutos andando. Ni siquiera, por un momento, pensamos en el autobús y menos aún en la bicicleta que utilizamos a lo sumo para disfrazarnos de ciclistas los domingos por la mañana a ver si sudamos un poquito.

Posiblemente, no pensó Europa en nuestras costumbres, concretamente las de Almería, ni tampoco en la ciudad misma; porque aquí contravenimos todas las normas y nos da igual la movilidad, el medio ambiente, la forma física y demás ventajas de la bici. Las bicicletas siempre han sido un vehículo de pobres, de obreros que van a la fábrica o al andamio… y claro el Ayuntamiento tampoco, no va a ser menos, se lo toma en serio esto del carril. Para empezar, no hace el carril, sino que pinta el suelo directamente: a partir de ahí todo lo demás se convierte en un disparate que justifican contando kilómetros y pone a los automovilistas y peatones en contra del ciclista urbano.

Nuestro problema es de espacio. Precisamente en un terreno de aluvión en el que se ha sedimentado las aportaciones del río, no tendría que haber problemas de trazado en el espacio urbano, pero éste ha sido pasto de planes urbanísticos desfasados y al servicio del ladrillo y sus traficantes. Ya no hay remedio, y lo mejor debería ser quedarnos como estamos y no complicarnos la vida con Europa, esto es, seguir siendo como somos, de Almería de toda la vida.