Antonio Lao
Director de Diario de Almería
Cuando el dinero es escaso, la crisis acogota y la realidad te frustra una y otra vez,
no hay nada mejor que echar mano de la imaginación y buscar ideas, por
peregrinas que puedan parecer, con el único fin de ocupar espacio en las
páginas de los periódicos, minutos en las radios o crónicas en la televisión.
La perorata inicial me sirve para mostrar mi más absoluta perplejidad con
aquellos que puedan pensar que los ciudadanos lo soportan todo y que, al final,
el entretenimiento logra calmar la sed de las demandas de los almerienses y,
mal que bien, el tiempo transcurre sin grandes sobresaltos. Una mentira piadosa
que nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad de alcanzar la seriedad como
norma, el criterio como guía y la sensatez como arma sobre la que encaminar la
acción de gobierno.
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No parece muy alentador, por llamarlo de forma suave, que
al alcalde de la ciudad se le ocurra, sin amortiguación del golpe ni nada,
plantear combinar el autobús y el AVE para bajar en dos horas el viaje entre
Almería y Madrid. Como ocurrencia, hasta puede tener su gracia, pero el primer
edil debía respirar, sosegarse y, de verdad, exigir a la ministra de Fomento
que de una vez por todas se inicien las obras paradas del AVE desde hace cuatro
años.
Porque no me dirán ustedes que la idea de Luis Rogelio no
sonroja, cuando coincide con el viaje de la ministra del ramo y el presidente
del Gobierno a León en el nuevo AVE que una la capital de reino con la
provincia minera por excelencia y acorta el viaje con Galicia y Asturias. ¡Y nosotros
pensando en transbordos de bus y tren!
No crean que es sólo el primer edil de
la capital el iluminado. En los últimos años hemos asistido a ideas igual
de peregrinas como esta. Recuerdan, por ejemplo, el traslado de la estación del
tren al Puche, el aeropuerto a Tabernas o la línea de alta velocidad que nos
debe unir con Murcia de una sola vía. Propuestas todas ellas infames, cuyo
único propósito eran maniobras de distracción y postureo, sabedores aquellos
que las situaban encima de la mesa que contarían con el rechazo de los que,
desde tiempos inmemoriales, nos sentimos ninguneados y decepcionados por
quienes nos gobiernan.
Aportamos más de lo que recibimos y, a pesar de ello, cada vez que alguno tiene
a bien acercarse a esta tierra lo recibimos con los brazos abiertos, a la
espera de que suelte el maná, que nunca llega. Eso sí, la ministra se atreve,
sin pudor, a reconocer que allí por donde va los gobernantes provinciales le
reclaman inversiones en alta velocidad prometidas o paradas, pero que ahora van
a tener muy difícil su ejecución.
Sea como fuere, los que padecemos comunicaciones decimonónicas, desde que tenemos uso de razón, sabemos de la realidad que nos atenaza y huimos de aquellos que una y otra vez inventan y construyen castillos de arena que las olas, a poco que te descuides, los reducen a la nada.