Antonio Felipe Rubio
Periodista
Rajoy acaba de
rechazar su presencia en “El hormiguero” de Antena3 porque, según sus asesores
de campaña, “no es normal que un presidente de Gobierno hable con unas
hormigas”. Evidentemente, no es cuestión glosar fábulas de Esopo, de la
Fontaine o Samaniego para ubicar escenarios de honor a este género literario
que, con éxito, otorgó extraordinarios aciertos intelectuales a animales
eventualmente dotados del don de la palabra, el pensamiento y la justicia.
No me imagino a los asesores de campaña de
Rajoy en el Lope de Vega disfrutando del musical “Rey León”. ¿Acaso los leones
cantan o la jirafas bailan? Por tanto, Rajoy no puede hablar con las hormigas.
Ciertamente, a algunos les afectó irreversiblemente la muerte de la madre de
Bambi, y aún lo llevan muy mal.
Pablo Motos, con Trancas y Barrancas |
Gracias a la insolvencia intelectual e
inseguridad de algunos candidatos el debate, la entrevista en profundidad y el
cara a cara se han devaluado en favor de nuevos formatos que destacan el valor,
la frescura, el riesgo… y lo guay de candidatos que bailan en un plató; se lían
una pitón por el pescuezo; se cuelgan de un aerogenerador; dan vueltas de
campana en un coche de carreras o aterrizan sin control una montgolfière. Y la
verdad es que Rajoy no está para estos trotes, especialmente los
aerotransportados que, junto a Esperanza Aguirre ya le dejaron huella indeleble
de lo inestable que resulta la pérdida de potencia en un helicóptero.
La fuerza de gravedad se ha convertido en un
argumento de campaña. Los candidatos han de mostrar valentía y entereza ante
aceleraciones y deceleraciones violentas y ausencia de vértigo en el vacío. Con
estas pruebas no sé si tendremos buenos políticos; en cualquier caso, serán
buenos clientes para parques de atracciones. El problema radica en si el
“vértigo” se resume a una sensación fisiológica o a una enorme responsabilidad
en las decisiones que afectan a millones de personas. El “vértigo” que nos ha
de interesar es el de la responsabilidad de los gobernantes para que no nos
conduzcan por desniveles mareantes y abismos suicidas.
Perdamos, pues, toda esperanza en
interesantes debates y tensos cara a cara. Esto va de circo; por supuesto, con
red. No crean que las vueltas de campana de Rivera o el accidentado aterrizaje
del globo de Soraya es fruto de la casualidad o la fatalidad; todo es
dramatismo y sobreactuación.
Y para sobreactuación, el brote bolivariano
de Pablo Iglesias presentando al nuevo fichaje del exteniente general del
Ejército del Aire, Julio Rodríguez. Resulta conmovedora la marcialidad
contenida del anticasta de la coleta al pronunciar que es “un honorrrrrrrr
contar con la compañía del Tte. general”. Es como si echara de menos la
guerrera con los galones del “eterno” comandante y la estrella roja
revolucionaria que tanto pone a los contrasistema que anhelan tener a su lado -y
de su lado- a la milicia que, en definitiva, es la fuerza que contiene a los
ciudadanos hambrientos y mantiene a los dictadores totalitarios.
Ya conoceremos los motivos de esta extraña
inclinación del que fuese máximo mando de los Ejércitos con el Gobierno de ZP
(aunque su proximidad a ZP lo explique todo). No parece que Julio Rodríguez dé
perfil de yayoflauta podemita; aunque, sin gorra y explicando su “plan”
antiseparatista catalán pareciese un fraile descendiendo el Montseni.
En esta campaña nos jugamos algo más que
encandilarse con un fichaje sorpresa o por un candidato bailongo o quién sube
más alto o aguanta más debajo del agua. Eso ni soluciona nuestros problemas, ni
garantiza nuestro futuro; pero está bien para un circo.