Francisco Galera Noguera, de pastorcillo en Urrácal a biógrafo de Celia Viñas

Antonio Torres
Director de Canal Sur en Almería

El profesor Francisco Galera Noguera (Urrácal, 1946) ha escrito la obra más amplia y detallada sobre Celia Viñas, Cartas de Celia Viñas a su familia. Autobiografía de una profesora y retrato de aquella Almería (1943-1949), editada por el Instituto de Estudios Almerienses (IEA). A Galera le dije que describiera su infancia, al margen del estudio, transcripción y notas que aporta al libro sobre el retrato que hizo de Almería y de algunos pueblos de la provincia Celia Viñas.  “De pequeño, años cincuenta, en Urrácal, un pueblecillo blanco y escondido como un portalico de Belén, en la sierra de las Estancias, pastoreaba por aquellos cerros, a veces cubiertos de nieve, siete ovejas: cinco blancas, una negra y otra de fuerte marrón. Como aún no había cumplido nueve años, y mi hermano tenía cuatro, siempre me juntaba con otro pastor, Antonio Galera, El Nono, dos años mayor. Completaba mi ganado una cabrilla, también negra como aquellos años, que mi abnegada madre, María Noguera, con la ayuda de mi padre, ordeñaba todas las tardes y ya teníamos la leche cuajada para la noche y las sopas para el desayuno del día siguiente”.

Francisco Galera
Este es el relato que le arranqué a un profesor muy currante y al que este periodista tiene una admiración especial, dado que en mi otra faceta,  la de profesor, lo tuve como espejo  en mis primeras prácticas, en el Colegio Giner de los Ríos, junto a la Catedral de Almería.

“Asistía también, casi siempre a media jornada, a la escuela de don Serafín, maestro inválido de un pie, que me inició en el mundo de la lectoescritura con el Sanabria, método que después apliqué yo en la escuela y, más tarde, expliqué a mis alumnos en la Universidad. Completaba mis ausencias escolares con las clases particulares de Pedro Ibáñez, quien después, casado con mi prima María, siempre me recordaba que lo tenía aburrido porque le pedía más y más tarea. Jugábamos al fútbol en la puerta de mi casa, calle Fraile Pepe, y los partidillos en la plaza. Nos regañaban y amenazaban con rajarnos la pelota Juan Torres, Alfonsico o el tío Luis Merced, pero nunca pasaba nada. Nos entreteníamos con el escondite, las chapas, el boli, el trompo… Estos y muchos más recuerdos infantiles quedaron grabados de tal forma que, con el paso de los años, aparecen cada vez más claros y vivos en mi memoria”.

Celia Viñas sabía viajar con sus alumnos y escuchar. Resumimos algunos párrafos que invitan a leer la obra para conocernos mejor: “Una mañana fuimos al típico pueblecillo de Mojácar, morisco torreón hoy casi en ruinas sobre el mar. De allí se rumorea procede la familia de Walt Disney. Es un pueblo de golondrinas. Emigración sin vuelta. Las casas se arruinan, se desmoronan… Uno de estos pueblos malditos para mis futuras novelas. Me presentaron desde el alcalde, que es a la vez barbero y sacristán, hasta la curandera, hija de la última bruja de la localidad… El cura no salió a recibirme porque no lo hay. Tiene que subir con un borrico el de Turre, el que sudaba, el día de san Francisco, en su sermón, ante el catedrático de Literatura. ¡Qué misa! Van este día a la Iglesia gente que no ha estado en ella desde hace años. Bajan de Sierra Cabrera a la feria y comen y duermen en la Iglesia…”.

Relato sobre Aulago (Gergal) de la autora que fomentó el teatro en directo ante el micrófono de Radio Almería: “Atravesamos un pueblo, Aulago, que jamás podré olvidar… algo trágico, en ruinas, desmoronado y quieto como el esqueleto de un pájaro podrido… Y torrenteras secas y barrancales y cerros y más cerros. Una soledad tan dulce y tan melosa que daban ganas de quedarse allí… Algunas casuchas construidas con pizarras oscuras, más soledad, torrenteras secas, barrancos secos, seco y seco todo”.

Los profesores nacidos en Aulago Antonio Tapia y Daniel Martínez se refieren a la luz y los colores para hacer atractiva una ruta por la zona más rica en flora con senderos que invitan a la vida.