Almería en Corto

Juan María Rodríguez
Periodista

El prestigioso periodista almeriense Juan María Rodríguez, columnista del diario El Mundo habitualmente sobre temas culturales, ha publicado una dura crítica sobre la última edición de Almería en Corto que por su interés reproducimos:

Durante la gala de clausura del Festival de Cine Almería en Corto veo -y lo peor: oigo- a Fernando Esteso cantarle una jota aragonesa al negocio del cine en Almería y me pregunto, estupefacto, qué hace Fernando Esteso, siendo tratado como una estrella respetable, sobre el escenario de un festival de cine en Almería. La respuesta es la de siempre: hacer bulto, masa, payasada y desfile de starlettes, aunque sean jubiladas, por esas alfombras de colores que todos los gestores de festivales te dicen en privado que ellos no pondrían pero que, ya se sabe, el público quiere ver a sus ídolos y que sin estrellas no hay prensa y que sin prensa el político no suelta la pasta.... Y así hasta que Fernando Esteso sale al escenario a cantarle una jota al negocio del cine en Almería. En fin, un disparate.

Fernando Esteso
Y, en concreto, un disparate que nos cuesta una pasta. Porque si alguien rebusca la presencia del Festival Almería en Corto en la prensa, digamos, «homologada», y que no sea la local, claro, encontrará una minucia, apenas nada, porque un festival tan esquinado y periférico y tan esclavo de su servidumbre de ponerle estrellas de la fama a actores tan absolutamente declinantes como -este año- Patrick Wayne, cuyo mayor mérito cinéfilo es ser hijo de John Wayne, deducirá rápidamente que ese festival no termina de encontrar su propia identidad y vaga errático entre el estupendo propósito inicial de apoyar a la indigente industria del cortometraje y esta otro perfil 'social' y prescindible que consiste en tratar de armar ruido mediático sin disponer de verdadera artillería para lograrlo.

"Ese festival no termina de encontrar su propia identidad y vaga errático entre el estupendo propósito inicial de apoyar a la indigente industria del cortometraje y esta otro perfil 'social' y prescindible que consiste en tratar de armar ruido mediático sin disponer de verdadera artillería para lograrlo"

Hay algo naif y tontorrón, ridículamente tierno, en estas aspiraciones desmedidas de pequeños festivales microscópicos -pongan Almería, pongan Huelva- que intentan sacar pecho en las satinadas poniendo a desfilar a actores ignorados, comicastros en declive y estrellonas declinantes y arruinadas -gente como Esteso, Pepe Carabias o ese desconocido hijo de John Wayne que no rueda una película desde 1996, todos ellos, junto a una larga troupe de nombres de pesos muy dispares, presentes estos días en Almería- financiándoles con dinero público el viaje y la estancia para que su mera aparición en el festival logre lo contrario de lo que aspiraban sus organizadores: rebajar el nivel del certamen o convertirlo en bluff y caricatura cuando todo un Fernando Esteso agarra el ciclo y se arranca por otra jota que hace 40 años, cuando yo era un niño, ya rezumaban caspa y cazurrería.

Sí, pueden decirme: «Bueno, hombre, tampoco es para tanto» y desde luego que el asunto no alcanza una tragedia, pero la inclinación a la banalidad, el aroma a Cine de barrio con el que la Autoridad, que solo persigue su rédito electoral, contagia a la cultura buscando mayores caladeros me parece doblemente inaceptable en tiempos de tijeras y fusilamientos. Porque sin que sea para tanto, esas estancias nos cuestan primero una pasta y, segundo, desvían los proyectos culturales de lo que deberían ser de cabo a rabo: propuestas estrictamente culturales puestas al servicio de sectores deficitarios que precisan un cariño, un empujón, una ayudita, para seguir saliendo adelante.

"Hay que ceñirse a la propuesta, ser más humilde, calibrar bien tu presupuesto y tu fuerza y concentrar todo el esfuerzo en lo que el certamen proclama en su título: apoyar al cortometraje"

Un festival de cortos o uno de cine iberoamericano, en sí mismos, son tan precisos como interesantes y Almería, por ceñirme al artículo, no necesita acreditar su condición de geografía del cine para legitimar su pretensión de organizar uno. Hasta ahí, todo estupendo. Pero a partir de ahí hay que ceñirse a la propuesta, ser más humilde, calibrar bien tu presupuesto y tu fuerza y concentrar todo el esfuerzo en lo que el certamen proclama en su título: apoyar al cortometraje. El resto son ridículas concesiones a un pobre escaparatismo que quizá haya generado unos cuantos retuites, pero que lo que no genera -es más, lo entorpece- es lo más caro: calidad, prestigio. Y sin calidad y sin prestigio, y colando de tapadillo tres o cuatro películas españolas que jamás lograrán que Almería le haga sombra al Festival de Málaga, solo se consigue armar estos festivalillos en los que actores sin ningún relieve parlan solos en ruedas de prensa que no interesan a absolutamente nadie para prejuicio de una marca, el cine en Almería, que por otra parte es autosuficiente porque mientras radie el sol, broten las crucíferas y el cielo se desplome en atardeceres refulgentes sobre el lunático desierto de Tabernas, en Almería habrá rodajes por mucho que Esteso nos siga cantando una jota.