Armando
García
Director
de AG Comunicación
La
campaña electoral ya está aquí, ha llegado el momento de los discursos y de las
promesas políticas por una vida mejor. Ha llegado el momento de predicar, y en
lo que a Almería se refiere, ha llegado el momento de predicar en el desierto.
No es una frase hecha, ya que todos los partidos políticos que salgan a la
calle a pedirnos el voto no deberían olvidar ni un solo minuto que están
predicando en una tierra desértica, un erial que actualmente se ha vestido de
plástico y tubos para dar vida a un pujante sector agrícola, pero que volverá a
su estado original en cuanto el agua se agote.
Están predicando en una tierra desértica |
No lo digo yo, sino que lo
afirma el director de la Estación Experimental de Zonas Áridas, un
científico que trabaja para el CSIC, quien no duda en asegurar que tarde o
temprano las 30.000
hectáreas de invernaderos del Poniente se esfumarán y El
Ejido se parecerá al delta del Níger. Quizás en ese momento, la única actividad
económica viable sea utilizar la zona como escenario natural para que Will
Smith protagonice alguna secuela apocalíptica, que además será de bajo coste
porque no se necesitarán efectos especiales para aumentar la dureza del
paisaje. Será suficiente con plantar la cámara y comenzar a filmar.
Estemos o
no de acuerdo con las previsiones más catastróficas, es cierto que la falta de
soluciones a largo plazo para garantizar agua en cantidad suficiente y a un
precio justo para los agricultores almerienses es el plato fuerte que los
poderes políticos en Madrid y en Sevilla llevan ofreciendo a Almería desde hace
años en su menú de propuestas. Hay quien trata de convencer a la opinión
pública diciendo que las desaladoras son la solución, pero nadie quiere hablar
claro sobre el problema del precio del agua.
"Sin agua no hay AVE, ni turismo, ni mármol, ni economía de ningún tipo. Sin agua, no hay vida, es evidente"
Como dice un buen amigo mío de la UAL , aquí urge aplicar un
enfoque holístico y abordar el problema desde todos los ángulos. No deja de ser
sorprendente que se derrochen ríos de tinta en confeccionar programas
electorales hablando de infraestructuras como el AVE, cuando la prioridad más
básica no se aborda con valentía. Sin agua no hay AVE, ni turismo, ni mármol,
ni economía de ningún tipo. Sin agua, no hay vida, es evidente.
A pesar de
todo, nada hace esperar que sea una campaña electoral diferente, en la que los
partidos políticos nos vayan a ofrecer soluciones inteligentes que nos hagan
pensar que es posible enlazar la política con la coherencia. Ya fueron capaces
de vendernos hace años que el déficit hídrico de la provincia estaba superado.
Si fuera así, qué sentido tendría gastar ahora en desaladoras un montón de
millones de euros que nadie sabe cómo se amortizarán.
Una vez más, una campaña
más, predicarán en el desierto, y utilizarán el agua como arma ideológica en
debates sin sentido, sin llegar a entender que “el paraíso” tiene fecha de
caducidad.