Pedro
Manuel de La Cruz
Después
de más de treinta años de amistad y complicidades he tenido que esperar hasta
el pasado domingo para saber por qué Paco Cosentino no ha abandonado nunca
Macael y por qué no lo hará. Lo confesó desde el escenario en el que acababa de
recibir el título de Hijo Adoptivo de Olula del Río y teniendo como testigos a
la corporación municipal, que había aprobado el acuerdo por unanimidad, y a las
más de doscientas personas que asistíamos al acto.
Francisco Martínez-Cosentino |
- Me han preguntado muchas veces por qué no me voy a vivir a otro lugar -confesó en ese tono de timidez y humildad emocionada con que habla siempre
cuando está entre amigos-. No me voy de Macael, no me voy de la comarca, porque
soy un afortunado: vivo en el centro del mundo. A ciento cincuenta kilómetros
de Almería, Granada y Murcia. Con gente a la que quiero y me quieren; en medio
del mar y la montaña. Con la mochila de los recuerdos de los que -ojo, que esto
no hay que olvidarlo nunca, porque entonces estamos perdidos- nos han hecho
ser como somos y porque pese a que desde aquí hasta Boston tardo 24 horas más,
yo quiero a esta comarca y a nuestro río y porque estoy convencido de que si
todos y cada uno de nosotros cree en lo que hace podemos hacer de cualquier
lugar el centro del mundo.
"Desde sus inicios en la asociación de empresarios aprendió que el progreso personal es inalcanzable si no es compartido (y disfrutado) por quienes contribuyen a crearlo"
Paco es un lector que devora lecturas sobre el futuro a diez mil metros de altura y a una velocidad de crucero de casi un libro por vuelo transoceánico y por eso desconozco si habrá viajado al pasado para leer el discurso de investidura que Kennedy pronunció en aquella fría mañana del 20 de enero de 1961 cuando delante del Capitolio y ante la avenida de Pensilvania rebosada de ilusión y rebosante de ciudadanos, les dijo a sus compatriotas que no preguntaran “qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntaos qué podéis hacer vosotros por vuestro país”. No sé, digo, si Paco Cosentino habrá leído ese discurso histórico; pero tanto si lo conoce como si no, los que le conocen a él saben que desde hace más de treinta años lleva poniendo en práctica cada mañana esa filosofía.
Desde sus inicios en la asociación de empresarios aprendió que el progreso personal es inalcanzable si no es compartido (y disfrutado) por quienes contribuyen a crearlo; que el esfuerzo se consume en el fracaso de la melancolía si no cuenta con el aliento esforzado de aquellos que comparten un proyecto común.
Desde que veía a los canteros subir cada amanecer a la sierra supo que los bolos que arrancaban a la montaña no se podían convertir en escaleras de mármol si otros pies no recorrían el camino que los transportaba a la fábrica, si otras manos no los cortaban en las serrerías, si los arquitectos desconocían su calidad y si los comerciales no eran capaces de seducir al comprador y ponerlo en sus casas. Quien hace el camino solo puede llegar cerca; quien quiere llegar lejos sabe que debe recorrerlo acompañado. Y pisando cada piedra del camino para aprender a andarlo.
Pensé en esta última frase cuando Antonio Martínez Pascual, alcalde de Olula, recordó en su intervención una anécdota que revela la personalidad de Paco. Regresó el hoy alcalde a sus entonces años de prácticas en la fábrica y recordó como un mediodía y mientras analizaba los cortes en la piedra notó como una mano le tocaba el hombro. Desconectó la máquina y volvió la mirada. Enfrente se encontró una persona embutida en unas grandes gafas protectoras que hacían imposible reconocerlo. Aquel tipo se quitó las gafas, le pidió al sorprendido trabajador que se las quitara también y le preguntó quién era. "Soy Antonio Martínez, un becario". "Yo soy Paco Cosentino y sigue así; te he observado y lo estás haciendo muy bien".
Han pasado los años desde ese día y hoy aquel becario es alcalde y Paco
Cosentino uno de los empresarios más importantes del país. Más de tres mil
quinientas personas trabajan en todo el mundo en y con su empresa y casi cinco
mil técnicos y empresarios, de los cinco continentes, visitan cada año la
fábrica de Cantoria para comprobar en medio del asombro y la sorpresa como un
páramo de sol y rastrojeras es hoy un centro del mundo donde nacen las ideas
que diseñan las encimeras sobre las que se cocina en centenares de miles de
viviendas en miles de lugares del planeta.
Escribió Martin Luther King que la fe en lo que creemos es lo que nos hace dar el primer paso aun cuando no pueda divisarse la longitud toda la escalera. Paco Cosentino comenzó a subir peldaños en los primeros 80 buscando el centro del mundo. Lo alcanzó el día que se dio cuenta que ese lugar estaba en aquel valle, aquellas montañas y aquel río donde podía compartir con sus miles de vecinos el progreso y la felicidad. El centro del mundo no es un espacio ni una geografía. Es el territorio emocional y creativo al que siempre se vuelve porque nunca se abandona y en el que queremos y nos sentimos queridos.