Antonio Felipe Rubio
Periodista
Cabía esperar tamaño esperpento. Era
previsible y ajustado al guión preestablecido que Podemos hiciese gala estética
de sus “políticas” en tan señalado y mediático día. La constitución de las Cortes no olvidará
esta jornada pletórica de sensaciones; algunas, llevadas hasta el emocionado
plañir de los que orquestan un proyecto revolucionario cuya obertura se instrumentaliza
con charanga, pelotón ciclista, indumentaria okupacional… y el insoportable
atrezzo del bebé de la Bescansa.
De mano en mano |
Reconozco desconocer -como muchos de ustedes-
cuáles son las revolucionarias políticas de maternidad, compatibilidad laboral
y bajas maternales compartidas en igualdad que impulsa y defiende Podemos. Pero
esa no es la cuestión. Lo importante era dar la nota, desatar la
polémica y acaparar todo el protagonismo con la máxima estridencia estética llevada
hasta el paroxismo con la lisérgica formulación de “¡Nunca más un país sin su
gente y sin sus pueblos!”. Es como si hubiésemos surtido de un Armagedón cuya
extinción hubiese salvado a estos preclaros libertadores de la pretérita
opresión y miseria. Dime de qué presumes…
"No se entiende la presencia de un bebé en levantamiento de actas notariales, sentencias judiciales, andamios, repellos o fundiciones y altos hornos"
Precisar tanta tramoya escénica es el mayor
síntoma de hipocresía y populismo. Y utilizar a un bebé como figurante o
protagonista central es, intelectual y biológicamente, deleznable. No se puede
aducir “maternidad con apego” para todo tipo de exhibición que, incluso, indigna
a las madres que no pueden o no quieren hacer uso de sus bebés para la
consecución de intereses sectarios.
La “maternidad con apego” llevada a la máxima
expresión se entiende en papiones y mandriles cuyas crías se aferran a la madre
en todo momento y circunstancia. No se entiende la presencia de un bebé en
levantamiento de actas notariales, sentencias judiciales, andamios, repellos o
fundiciones y altos hornos. Cabe preguntarse, por aquello de las políticas de
igualdad, dónde demonios estaba el padre (progenitor A) de la criatura que no
pudo ejercer la “paternidad con apego” en tan singular momento. Eso sí, así se
daba oportunidad a ocasionales nodrizas (Errejón e Iglesias) para obtener su
impagable instantánea.
La estética, como antesala de la ética, es la
primera experiencia que se administra para calcular la capacidad de tolerancia
de un pueblo a la hora de admitir/sufrir importantes convulsiones sociales. La provecta probeta del comunismo ya
experimentó estos populistas procedimientos antes de asestar el golpe final y
alcanzar la generalización de la miseria. Por desgracia nos estamos
acostumbrando a la zafiedad estética confundiéndola con una falsaria
“pluralidad, diversidad y nuevos tiempos”.
Véase, por ejemplo, el reciente
adefesio perpetrado a los Reyes Magos en Valencia con la podemita adaptación de
la histórica Epifanía devenida en vulgar interpretación de meretrices. De nada
sirven referencias tan “rancias, casposas y de dudosa calidad artística” como
Botticelli, Durero, Mantegna, Cavallino, Gozzoli… y nuestros Bartolomé Esteban
Murillo o Diego de Silva y Velázquez. Estos, como la “vieja política”, no son
referente estético o artístico para la pretendida ruptura con las creencias y
tradiciones que, lamentablemente, antecedieron al guerracivilismo padecido, y
aún enarbolado.
Afortunadamente, lo que se ha visto en el
Congreso no es la fiel representación de la sociedad española. España es tan
grande y generosa que se puede permitir el lujo de equivocarse. Hoy también me alío con la estética de
Podemos y digo, puño en alto, desgañitado y enardecido ¡No-nos-re-pre-sen-tan!