Armando
García
Director
de AG Comunicación
Dicen
los expertos que el cambio climático es uno de los principales culpables de las
repetidas bajadas de precio que sufren las hortalizas de nuestra tierra. Al
parecer, el aumento de las temperaturas durante el invierno en buena parte de
Europa ha tenido en esta campaña efectos nocivos sobre la rentabilidad de la
agricultura almeriense, que por primera vez en su historia comienza a perder el
cetro que ha sostenido durante décadas debido a la supremacía de nuestras
producciones durante los meses más fríos.
Invernaderos en El Ejido |
Lo que no han podido conseguir las
campañas de desprestigio, ni tampoco los virus hortícolas, lo está
consiguiendo el clima. Esa legendaria fortaleza comercial de la que Almería se
ha estado beneficiando desde hace muchos años, por ser la única región productora
capaz de abastecer a toda Europa cuando el frío aprieta, parece que se
encuentra ahora en franco declive. Ya no estamos solos, o casi solos.
"El calor está haciendo que los invernaderos holandeses disminuyan sus costes de producción porque cada año necesitan menos calefacción"
Según
datos ofrecidos esta misma semana por la Universidad de Almería, la subida de
las temperaturas ha provocado un aumento espectacular en el número de
competidores hortofrutícolas. El calor está haciendo que los invernaderos
holandeses disminuyan sus costes de producción porque cada año necesitan menos
calefacción. También el calor está permitiendo que surjan de la nada nuevas
zonas de producción en el centro del continente, desde donde se proveen ya
muchas cadenas de supermercados que se han apuntado a la fiebre de consumir el
producto local, que además se vende más caro.
Nunca ha habido tantos lugares diferentes
de origen para las frutas y hortalizas que se han vendido este invierno en los
supermercados europeos, como advertía el otro día el profesor Pérez Mesa. Sin
duda, los efectos del calor deberán ser tenidos en cuenta, aunque tampoco creo
que puedan explicar por sí solos el repetido hundimiento de los precios.
Posiblemente, el diagnóstico de la enfermedad que padece nuestro campo sea
complejo: el calor, la desunión del sector y la falta de planificación. A pesar
de que los diagnósticos son muy claros, y que es obvio que los invernaderos de
nuestro mar de plástico producen más kilos cada año, nadie pone límites a que
nuevas hectáreas se pongan en cultivo.
Para muchos inversores, la agricultura
de invernadero ha sido en los últimos años el refugio donde sembrar su dinero y
esperar pingües beneficios. Algunas de esas nuevas inversiones, de gran
envergadura, practican un modelo de comercialización directa que no necesita de
las cooperativas ni de las alhóndigas, una comercialización directa que va por
libre y que no acata órdenes de ninguna organización del sector.
Así las cosas,
y con el enemigo en casa, el éxito comercial de nuestras exportaciones
hortofrutícolas se pone cada vez más en cuestión con un contexto de mercado en
el que proliferan los competidores.