Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería
Carlos
Peralta Paniagua, un almeriense residente en Alemania desde hace años, aún no
ha pisado el aeropuerto de Almería: cada vez que viene a su tierra lo hace a
través de Málaga o Alicante. De igual forma, grupos de residentes británicos de
Mojácar prefieren irse en autobús a Madrid y coger vuelo a Gran Bretaña desde
Barajas. ¿Qué
le pasa al aeropuerto de Almería?: todos los agentes de la provincia ven que el
enfermo empeora, pero no se encuentra a ningún galeno que arroje un diagnóstico
concluyente.
Torre de control |
Desde
su inauguración por el Caudillo en 1968, con tres vuelos por semana
a Madrid, ha sobrevivido bajo el estandarte de la estacionalidad, fiándolo casi
todo a los vuelos turísticos, con el impulso que supuso Sergio Leone y
compañía, con aseadas cifras de ocupación para esa época iniciática de
minifaldas y baños en El Palmer. En
los 90 la terminal almeriense no dejó de crecer hasta rebasar en 2000, por
primera vez, el millón de pasajeros. En 1995 se remodeló el edificio
terminal de usuarios, en 2002 el de mercancías y en 2009, el de salidas. Desde
2008, sin embargo, las cifras de pasajeros han ido cayendo hasta cerrarse 2015 a unos mínimos de
691.000 pasajeros transportados. ¿Qué está pasando con el aeropuerto de un
destino turístico tan celebrado, con una economía agroalimentaria pujante, para
que se desangre y pierda el color?
La
principal explicación que se da al poco tirón del aeropuerto de la bahía
de Almería, a unos competitivos diez minutos del centro de la ciudad y con el
paisaje más bello de toda la red Aena, es el precio de los billetes: si
uno curiosea las tarifas en Internet puede comprobar fácilmente que un vuelo
Málaga-Moscú sale más barato (245 euros) que un Madrid-Almería (hasta 530
euros). Incluso Granada superó el pasado año a Almería con 707.000 pasajeros y
no digamos Málaga, que luce un entorchado de 14,4 millones de pasajeros
registrados en 2015.
Fuentes de Aena se escudan en que la fijación del precio de los billetes obedece a la
estrategia de negocio de cada compañía aérea y que lo único que puede hacer la
empresa pública, cotizada ya en bolsa, es facilitar la operativa mediante la
fijación de tarifas competitivas. Alude la red a que en 2014 entraron en vigor
bonificaciones del 100 % para nuevas rutas y del 7 % para aquellas compañías con
incremento de usuarios. En 2015, señalan, se congelaron las tarifas
aeroportuarias, siendo de las más competitivas de Europa, y en 2016 se han
rebajado un 1,9 %.
Sin
embargo, las aerolíneas hacen otra lecturas: Almería no puede competir con
Málaga, tiene la mala suerte de padecer un aeropuerto sombra, como Vitoria
sufre a Bilbao, es un tema de economía de escala, indican desde Air Nostrum: como si yo compro un bote de mahonesa a 2,50 euros y al economato de un
cuartel le sale a 0,75 cada uno porque compra miles. “Es cierto que hay
billetes de 400 euros, pero también se puede volar a Madrid por 120, si se
reserva con antelación, cuando los vuelos se van llenando, las tarifas son más
caras”, añaden. Los aviones de Málaga a Madrid son de 180 pasajeros y el de
Almería, de 90, con un mayor coste unitario para la aerolínea.
A
pesar de todo, Air Nostrum se encuentra satisfecha de Almería, con una
ocupación media del 65% en sus cinco frecuencias a la capital. Air
Nostrum hincha el pecho, con razón, cuando asegura que el campo está abierto a
otros operadores, pero tras cumplir unos meses, se marchan. Fue el caso de
Spanair, Ryanair y Air Europa. El presidente de esta última compañía, Juan José
Hidalgo, declaraba ayer desde Santo Domingo que “nosotros entramos en
Almería por un favor al Ministerio porque se había quedado sin operador
para Sevilla, pero aquello es un monopolio y los slots (derechos de
vuelo) ya están pillados”.
El
presidente de Asempal, José Cano, incide en que la falta de competencia provoca
precios desorbitados, “cuando estaba Ryanair era posible volar a Madrid por 65
euros, el vuelo a Sevilla es el único que mantiene precios equilibrados”.