Antonio Felipe Rubio
Periodista
Las condiciones
impuestas por Ciudadanos para alcanzar la firma de un pretendido pacto con el
PSOE han suscitado una honda polémica, especialmente en el punto número cuatro
que se refiere a la supresión de las diputaciones provinciales. Las reacciones
han sido variadas en función de los alcaldes consultados. Si atendemos al
primigenio espíritu del Estatuto de Andalucía nos desvelaría que las
diputaciones provinciales quedarían suprimidas con la entrada en vigor del
Estatuto, pues la Autonomía de Andalucía, a través de sus delegaciones
territoriales, vendría a suplir el papel hasta entonces protagonizado por el
órgano supramunicipal.
Diputación de Almería |
El partido
hegemónico en la Preautonomía [Plácido F. Viagas (PSOE)] y su reforzamiento en los
años subsiguientes (“Pepote” y M. Chaves) tuvo que replantear el papel de las
diputaciones como reforzamiento de la red capilar de poder que se adentra en
los intersticios más recónditos de un territorio muy extenso que resulta
inabarcable para una administración que echaba a andar con la “amenaza” de
innumerables municipios medianos y pequeños que quedarían al margen del
necesario “pastoreo” que impondría el PSOE, como se ha venido demostrando.
"La segunda etapa de la Diputación con el PSOE (Maresca/Azorín) se centra en la proliferación de modelos, programas y planes que conducen al exitoso control clientelar que asegure el “voto cautivo”
La Diputación de
Almería ha conocido etapas de gran protagonismo, especialmente en la primera de
la democracia con Fernández Revuelta (UCD) que impulsó la génesis de la
Universidad de Almería (Colegio Universitario) y el fomento de la cultura
autóctona con la creación del Instituto de Estudios Almerienses. También se
centró en la visión de futuro agrícola con el Polígono Industrial La Redonda y,
en general, una gestión profesional que, de haber persistido, la provincia
habría acortado ostensiblemente su recorrido para la pretendida modernización y
dignificación de sus potencialidades.
La segunda etapa
de la Diputación de Almería con el PSOE (Maresca/Azorín) se centra en la
proliferación de modelos, programas y planes que conducen al exitoso control
clientelar con la universalización de las subvenciones y una dependencia
ideológica que asegure el denominado “voto cautivo” que fue determinante para
el afianzamiento del PSOE en las diferentes consultas electorales en las que el
voto de la Andalucía profunda ha supuesto -y supone aún- el bastión más
preciado del socialismo andaluz. Sin duda, esta potencialidad sirvió para
impulsar la figura del presidente de la Diputación como argumento indiscutible
en el sostenimiento del régimen, impulsando al presidente muy por encima de los
delegados de la Junta y de la Secretaría Provincial, especialmente durante el
“virreinato” de Tomás Azorín, dirigente indiscutido e indiscutible en la
política provincial.
El tándem Luis
Rogelio/Aguilar (PP) pudo comprobar en carne mortal el alcance de la trama
urdida durante lustros por el partido antecesor. La labor de reconducir la
situación resultó extenuante en un intento de erradicar el sectarismo
clientelar. No obstante, se logró integrar un modelo visible en el papel
administrativo de la Diputación con los pueblos más pequeños y con necesidades
perentorias (Agua, electricidad, carreteras, accesibilidad, etc.) que los
anteriores gobiernos no solucionaron al centrarse más en la rentabilidad del
subsidio directo. No había agua corriente ni electricidad, pero el PER llegaba
a la cortijá. Y, al poco, llegó
un intento de recuperación de los peores modos y costumbres con el periodo más
vergonzante e infame que conoció la Diputación con José Añéz (PAL) y Juan
Carlos Usero(PSOE).
Ahora, con Gabriel
Amat (PP), lo dejo a juicio de los coetáneos observadores de su gestión. Visto
lo cual, sería lamentable que una institución, restituida su eficacia y
prestigio, pudiese desaparecer por voluntad de Ciudadanos y el aplauso del
PSOE.