Cruzar el puente de Pescadería

Javier Salvador
Editor de Teleprensa

La pasarela que atraviesa la Avenida del Mar, en Pescaderia, el puente que une La Chanca con la Plaza de Pavía, va camino de convertirse en todo un símbolo de la lucha vecinal y no sólo de un barrio. Ya no se trata de que un grupo político u otro presente la moción de restauración o que los vecinos comuniquen mejor o peor, sino de convicciones y de la fuerza que estas pueden llegar a dar a un colectivo.

Aunque para muchos pueda resultar pintoresca la plataforma #salvemoselpuente detrás de ella hay mucho más que un grupo de comerciantes, vecinos o personas que sienten más o menos simpatías por un barrio como Pescadería. Lo que hay tras ese hashtag es el hartazgo de gentes que saben  muy bien el valor que tiene una promesa política. En Pescadería, en la Plaza de Pavía, van a conseguir la restauración del puente, ya sea en 2016 o en 2017. La facilite Ciudadanos, la acelere PSOE o la consensúe IU, pero ese es un sapo que esta corporación se va a tener que tragar porque el marrón que les dejó sobre la mesa el ex concejal de urbanismo Pablo Venzal no es pequeño.

Salvemos el puente (Foto: Teleprensa)

Para que se hagan una idea. El problema del puente surge cuando alguien descubre que el exconcejal de urbanismo de Almería, ahora parlamentario andaluz, utilizó el puente como cortina de humo tras la que esconder una turbia permuta de terrenos ubicados bajo la pasarela, con iglesia, empresas privadas y administración pública como actores principales. Y para no llamar la atención iban a eliminar la pasarela, sustituirla por unas escaleras y así desviar el paso de peatones que diariamente atraviesan la incómoda y reivindicativa Plaza de Pavía.

Perdida esa batalla, pues el puente sigue en pie, llega la hora de cumplir los compromisos electorales porque #salvemoselpuente sentó a cada uno de los grupos políticos que no estaban en el gobierno de Venzal (PP) para que se comprometiesen a mantenerlo y ponerlo en valor. Ciudadanos es el único que puede hacerlo en este  momento porque es quien facilita con sus votos el gobierno de los populares en Almería.

Lo curiosos es que en este proceso aparece una asociación vecinal que sin saberse muy bien a quien representa ya no pide lo mismo que exige #salvemoselpuente, que sí cuenta más de 1.500 firmas de apoyo. Los espontáneos aparecen en el ruedo y sospechosamente piden un puente nuevo, que es lo mismo que los populares llegaron a prometer en algún momento y cuando se vieron agobiados por la avalancha vecinal.

"Si el Ayuntamiento de Almería tira el puente nunca habrá uno nuevo. Los vecinos lo saben, no se fían y tienen motivos para ello, porque a Pescadería poco se le ha dado desde el consistorio"

Pero hay trampa. Si el Ayuntamiento de Almería tira el puente nunca habrá uno nuevo. Los vecinos lo saben, no se fían y tienen motivos para ello, porque a Pescadería poco se le ha dado desde el consistorio. Ya vivieron esta experiencia en la Plaza de Pavía cuando la querían derribar para hacer un parking inviable (1997), pero al final consiguieron salvarla y no sólo eso, sino que obligaron a su restauración sin perder ni un solo día de mercado y regulando el mercadillo diario que se sitúa a su alrededor (2009). Y lo crean o no es un vestigio único de lo que en su día debió ser el zoco que daba vida a la medina de Almería.

Pescadería no desprecia la idea de un puente nuevo, pero quiere garantías de no tener menos de lo que ya tienen, y la poca fiabilidad que le ofrece el gobierno de la ciudad les hace defender con uñas y dientes lo poco que ya poseen. Saben que a ellos no les van a hacer un parque de las familias como el de La Vega, ni les van a poner columpios como en la plaza de San Pedro, porque nunca lo han hecho y son conscientes de que ahora, con este Gobierno, no lo harán.

Cruzar el puente de Pescadería a día de hoy es una posibilidad que se le debe a quienes hace apenas unos meses se subieron a la pasarela y gritaron #salvemoselpuente. Gritaron “no” a un nuevo atropello de quienes interpretan la política municipal como un retiro sabático del que cobrar un sueldo descomunal el máximo número de años posible, teniendo de vez en cuando ideas geniales que nada tienen que ver con quienes las padecerán el restos de sus vidas, en sus calles, en las puertas de sus casas.

¿Saben que el concejal que lo quería tirar vivía en Almerimar y no en Almería?  Pues si, a 50 kilómetros de un puente que dudo mucho que nunca llegase a cruzar pero sobre el que mira por donde tuvo que tener “una idea genial”.