Los archivos parroquiales de Almería, un patrimonio maltratado

Iván Garrido Jorquera
Abogado


Los libros parroquiales, es decir, aquellos registros propios de cada parroquia donde se han ido anotando siglo tras siglo los bautismos, matrimonios y fallecimientos ocurridos en cada localidad, sufrieron una merma importante durante la Guerra Civil (1936-1939), pues muchos de ellos fueron objeto del republicanismo más anticlerical y gran parte sucumbió pasto de las llamas. Afortunadamente otros tantos se pudieron salvar y permanecieron desde entonces custodiados por los curas encargados de la parroquia respectiva.

En la provincia de Almería esos registros se inician, normalmente, durante los últimos años del siglo XVI y, además del contenido anteriormente citado, suponen un importante registro demográfico y económico, aparte de constatar la normativa emanada del obispado, pues los párrocos copiaban en dichos libros los mandatos dictados por los sucesivos prelados.

Un archivo parroquial

Hace poco menos de dos años se anunciaba a bombo y platillo que todos aquellos libros que habían llegado hasta nuestros días se reunirían en un solo archivo, en el edificio entonces recién inaugurado del Archivo Diocesano de Almería. Pasados los años muchos de esos libros se han depositado, otros tantos centenares siguen acumulando polvo y hongos en sacristías malsanas llenas de humedades, donde se acumulan auténticos tesoros como si de papel viejo se tratase.

Por otra parte, los libros ya reunidos en el Archivo Diocesano solo están a disposición de los investigadores durante escasísimas horas dos días a la semana, eso, cuando el señor Montoya, encargado de dicho archivo, no se encuentra atendiendo a sus, supongo, múltiples obligaciones, pues viene siendo algo más o menos habitual que muchos investigadores, acudiendo en las horas y días habilitados, se encuentren con la puerta cerrada.

Lo que ocurre en Almería, desde ya hace muchos años, es algo inusitado, pues mientras en la mayoría de obispados españoles se han digitalizado o están en proceso de digitalización, los centenares de libros parroquiales del obispado de Almería no cuentan con una copia digitalizada que asegure la supervivencia de la información que contienen. Quizá algunos puedan pensar que el motivo sea la falta de medios económicos, pero en modo alguno es así, pues ha habido asociaciones y particulares que se han ofrecido para digitalizar gratuitamente esos libros centenarios, pero el obispado no les ha concedido el pertinente permiso.

La entidad Familysearch se ha prestado para digitalizar la totalidad del archivo sin coste alguno, organismo que, por otra parte, ya ha digitalizado otros muchos archivos de obispados españoles, entre ellos parte de los de las diócesis de Granada y Guadix-Baza. En otros obispados, como el de Tarragona, los miles de libros parroquiales han sido digitalizados por personas voluntarias y actualmente cualquier interesado los puede consultar a través de internet, pues como es sabido, la leyes de protección de datos no afectan a la información que contienen los libros que aquí tratamos una vez transcurridos los cien años desde la fecha de creación del asiento concreto.

El desapego que hacia el patrimonio histórico ha demostrado desde antiguo el actual obispo de Almería, es lo que ha posibilitado que parte del patrimonio histórico almeriense se vea actualmente amenazado. No dejó este prelado buen recuerdo en su último destino; fue obispo de Ávila anteriormente, y a muchos problemas hubo de enfrentarse allí la Iglesia por las decisiones de este hombre. La sentencia del Tribunal Supremo (STS 528/2009) finalizaba un largo pleito que tuvo por objeto el altar mayor de Ávila, donde se realizaron obras constitutivas de las mayores atrocidades, y que, posteriormente serían desmanteladas al condenar los tribunales de justicia a sus promotores.

Todas esas sentencias, que finalizan con la anteriormente citada, forman parte de las colecciones de jurisprudencia española digitalizadas, y por tanto, al alcance de todos a través de internet. Espero que el obispado rectifique su manifiesta falta de respeto hacia la historia y su legado, que no es suyo, sino de todos. No estaría mal empezar por digitalizar los libros parroquiales y hacerlos accesibles a cualquier interesado. Más aún cuando esas copias servirían para asegurar que en caso de incendios, robos u otros lances nuestro patrimonio no desapareciese.