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Los pelotazos del PGOU

Antonio Felipe Rubio
Periodista

La Junta de Andalucía acaba de “tumbar” el PGOU (Plan General de Ordenación Urbana) de Almería. Los motivos de la desaprobación se refieren a la ausencia de alternativas para garantizar el abastecimiento de agua a futuras viviendas que pudieran construirse en los próximos años. Este argumento es el meramente técnico; igualmente, circula el runrún típico del “pelotazo” que siempre acompaña a cualquier actuación de cierta envergadura en clave urbanística y que lanza la oposición política sin reparar en la mínima caución histórica.

Puerta Purchena
Bueno sería que, cuando se hable de “pelotazos”, se mire hacia atrás y se recuerde, por poner algunos ejemplos, las visitas del hermano de Alfonso Guerra, Antonio El Patillas, para poner a trabajar a todo el consistorio en pos de unos proyectos urbanísticos de dudosa viabilidad. Otro enigmático “desembarco” -éste sí es textual al atracar su yate en Aguadulce- lo propició el propietario de la constructora coruñesa IRCO (Angel Jove y Fernando Martínez a bordo) que también tuvo sus problemas para la aprobación del Centro Comercial Mediterráneo; no sin antes producirse un escándalo político al necesitarse una migración del PSOE a IU-CA para hacer efectiva la aprobación en Pleno.

La construcción de la desaladora de Almería se encareció mil millones de pesetas por un incompresible cambio en la toma de agua que defendió el entonces concejal Pérez Navas. Como incomprensible fue acometer las fatídicas obras del parking de Obispo Orberá sin proyecto técnico de ejecución. 

Posteriormente, con motivo de los JJMM de 2005, se impulsó, con un Ayuntamiento gobernado por la coalición PSOE/IU-CA, la construcción de la Villa Mediterránea concedida a VITRA (cooperativa del sindicato CCOO), y que hubo de rediseñarse al no contemplar ascensores para sus cuatro plantas ni entrada directa desde los aparcamientos; sin mención a las consideraciones estéticas.

En la compra de los terrenos del actual PITA también actuaron conspicuos empresarios que optaron por la operación más costosa –a más importe, mayor rentabilidad-, y no olvidemos las dificultades medioambientales, superadas sin trauma ni ruido (de protegido LIC a construir con toda libertad) -¿otro Algarrobico con más suerte?- cuando tenían una oferta registrada en el Ayuntamiento con terrenos más idóneos, más extensos y a coste cero; además, en un lugar que figura en el proyectado PGOU como una de las tres opciones para polígonos industriales de futuro (El 21).

Y así, hasta llegar a la polémica de El Corte Inglés: Jesuitinas, Guardia Civil, Estación de Autobuses… y La Salle. Pero no. La decisión política (PSOE) fue esperar a liberar terrenos del “futuro” soterramiento con Toblerone e inmediaciones. Ni pérdida de plazas escolares, ni caos de tráfico; el interés por El Corte Inglés era otro muy diferente y, pasado el tiempo y las oportunidades, nos quedamos sin estos grandes almacenes, y la correspondiente y deseable dinamización comercial de su área de influencia… Y algunos hablan de “pelotazos y corruptelas”.

El PGOU es muy necesario, entre otras cosas, para poner en orden en el Polígono La Celulosa, legalizar todo Castell del Rey o para la inversión más cuantiosa (160 millones de euros de inversión almeriense) en el proyecto Puertalmeraya que pretende desarrollar un comercial de 107.000 m2 en el acceso de la A-7 por la rotonda del tanatorio y que daría trabajo directo e indirecto a 4.000 personas y ocupación durante su ejecución a otras 4.500 personas; sin contar la repercusión en las arcas municipales del orden de 24 millones. En definitiva, otra más de la Junta de Andalucía que hemos de aguantar con la estoica resignación de padecer este factor limitante para el desarrollo de Almería.