José Fernández
Periodista
La
viceportavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Almería, Carmen Núñez ha asegurado
que los tres meses que Ramón Fernández-Pacheco lleva como alcalde suponen “el
tiempo de menos consenso que nunca y el tiempo de más bronca que nunca” (sic.). Esta aventurada frase –que he reproducido de manera textual- podría entenderse
desde un punto de vista cronológico si la concejal atravesase una desbordante
pubertad y su impulsiva juventud le hiciera concebir la historia del mundo
contando únicamente el tiempo por ella conocido.
Carmen Núñez |
Pero esa circunstancia, común
en casi todos los zangolotinos, no encaja bien en la madurez biográfica de la
concejal. Por lo tanto, habrá que achacar la contundente declaración de la
socialista a su, por decirlo de un modo afable, sorprendente ignorancia de la
historia municipal almeriense.
"Sinceramente, no sé cuáles habrán sido los parámetros de la señora Núñez para considerar estos meses como los más ásperos del registro histórico municipal"
Si la señora Núñez considera como “bronca” la
dinámica de una Corporación con un equipo de Gobierno en minoría y necesitada,
por tanto, de permanentes equilibrios, todo apunta a que habría necesitado una
severa sedación para asistir a sesiones plenarias de pasadas corporaciones,
dominadas por mayorías bien consolidadas –también de su propio partido- en las
que había mucho colmillo retorcido en todas las bancadas.
"También puede ser que la concejal socialista haya somatizado el discurso que equipara la discrepancia con la confrontación, la disparidad de criterios con la acritud, la aritmética de los votos con la bronca y la divergencia política con el desafío"
Sinceramente, no sé
cuáles habrán sido los parámetros de la señora Núñez para considerar estos
meses como los más ásperos del registro histórico municipal, pero he de decir
que en mi opinión están siendo los más civilizados y comedidos que recuerdo.
Ahora bien, también puede ser que la concejal socialista haya somatizado el
discurso -tan habitual en el PSOE andaluz- que equipara la discrepancia con la
confrontación, la disparidad de criterios con la acritud, la aritmética de los
votos con la bronca y la divergencia política con el desafío.
Todavía hay quien
no acaba de entender que las cosas no han de ser necesariamente como ellas y
ellos determinan que deben ser. En eso nada cambia.