Antonio Felipe Rubio
Periodista
Uno
de los argumentos que se afianzan al consumirse el plazo para la investidura es
la amenaza de nueva convocatoria electoral. Se habla de “temblor de piernas” a
la hora de visualizar al partido político responsable de esa posible repetición
de las elecciones, y se apela al gasto que ello supondría, como si fuese algo
inasumible o indeseable.
Según
quién lo diga, las elecciones costarían alrededor de doscientos cincuenta
millones. Ahora bien, qué supone ese gasto en comparación a los noventa mil o
sesenta mil millones de euros que pretende Podemos gastar nada más llegar a un
hipotético gobierno con el PSOE, mareas, convergencias, independentistas
gallegos, vascos, catalanes… y cualquiera que pase por allí con pretensiones de
regeneración democrática y progresía a raudales. Con este panorama los 250
millones los podemos dar besaos ante la amenaza planteada por Pedro Sánchez de
alcanzar un acuerdo con tan heterogéneo y pintoresco escenario que nos
conduciría a incrementar el déficit nacional en un 6% de golpe; algo
inasumible, insoportable y ruinoso.
¿Votar otra vez? |
Pero esto no es nada ante el panorama
económico que arrastraría una secesión en cadena de Cataluña, País Vasco y
Galicia que harían de España un espécimen digno de estudio ante la Unión Europea,
y lo más disuasorio para invertir en un territorio que se afanaría por competir
en ocurrencias y políticas anticapitalistas que ya han dado sus frutos en
Madrid, con Carmena espantando a los inversores asiáticos, o en Barcelona, con
Colau paralizando la oferta hotelera del primer destino turístico español.
"Lo más insultante en este escenario son las interpretaciones de líderes de la izquierda que nos hacen creer que, cuando fuimos a votar, lo hicimos con el libro de instrucciones en mano y depositamos el voto con un mensaje implícito que daría lugar al incierto resultado obtenido"
Lo
mejor que nos puede pasar es que se convoquen elecciones. Así tendremos más
tiempo para conocer cómo son los líderes que pretenden esa regeneración
democrática y progresista que no logran practicar ni en su propia casa. Un mes
más de espera para conocimiento de quiénes son y cómo son nos dará oportunidad
para comprobar la “democracia interna” de Podemos con nuevas depuraciones al
modo estalinista, y el escenificado cambio de talante de Pablo Iglesias que,
como Marx (Groucho), tiene ofertas y rebajas de cargos, disminución de gasto, minoración
en derogaciones y tantos principios como demande la oportunidad que se le
presente.
También podremos ver hasta dónde puede llegar el fraternal abrazo
socialista que ahora envuelve a Pedro Sánchez y Susana Díaz en una asfixiante
constricción que dejará sin aire a uno de los dos en esta jadeante carrera por
el protagonismo y el poder, como sea.
Lo
más insultante en este escenario son las interpretaciones de líderes de la
izquierda y otros radicales que nos hacen creer que, cuando fuimos a votar, lo
hicimos con el libro de instrucciones en mano y depositamos el voto con un
mensaje implícito que daría lugar al incierto resultado obtenido. Además,
insisten en que repetir es volver a más de lo mismo. ¿Así interpretan y valoran
nuestra capacidad de análisis y decisión? Nos comparan con el burro que
tropieza en la misma piedra.
Lo
único cierto de este resultado es que se demuestra que cada uno, con opción
aritmética, tira y afloja según le convenga. El león rampante de Podemos se
torna en lindo gatito en función del mercado de pactos. El presidente in
pectore (Sánchez) huye como puede de la persecución que le acucia desde
Andalucía. Rivera no para de hacer cuentas y arguye que mejor ir a elecciones
que apoyar un gobierno inviable e imposible. Y Rajoy, como es previsible,
espera y administra los tiempos generando una improductiva ansiedad que agita y
crispa a las baronías más inquietas.
En cualquier caso, la convocatoria de
nuevas elecciones es lo más parecido a la segunda vuelta que practican las
democracias más progresistas y experimentadas de occidente; y que sería tan
deseable en la reiterada y pretendida reforma de nuestra Ley Electoral que
nunca llega.