Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista
Hay
una ciudad en Almería que agoniza y a poca gente parece importarle. Es una
dimensión arquitectónica singular, importante patrimonio urbano, cultural,
histórico y social, que se concentra fundamentalmente en el Casco Histórico. La
ciudad vieja de la capital está en vías de extinción. No hay más que darse un
paseo por todas las calles del casco viejo para darse cuenta de la cantidad de
edificios singulares cerrados, inhabitados, tapiadas sus ventanas, amenazando
ruinas, contando los días que quedan hasta la defunción definitiva. Esas casas
singulares tienen propietarios, por supuesto, que en muchos casos han puesto
precio a la venta de la casa, a la espera de que salga comprador o esperar a
que la ruina provoque la demolición para dejar libre un solar donde construir.
Y así hacer negocio a costa de la identidad de una ciudad histórica condenada a
desaparecer.
Rambla Obispo Orberá |
El
problema arquitectónico de Almería es una cuestión urbanística por resolver. Da
la sensación de que no existe un modelo de futuro para abordar no sólo la
estética sino también la ética de la vida cotidiana, lo que significa el
hábitat arquitectónico de Almería y la conciencia de su población, la fauna
urbana. Por eso es un momento muy propicio para involucrar a los almerienses en
un debate libre y abierto, entre todos los grupos sociales y estudiosos en la
materia. El principio general, el punto de partida, no puede ser objeto de
duda: el espacio urbano se define como una dimensión cultural fundamentalmente.
Los criterios del interés económico no pueden presentarse como la prioridad del
desarrollo urbano.
"José Ángel Valente estuvo de acuerdo con los criterios del arquitecto Ramón de Torres al exponer el problema que supone que la arquitectura se presente como un proyecto comercial y no como un proyecto cultural"
Es
interesante la vigencia de las palabras del poeta José Ángel Valente
(1929-2000), con motivo del seminario ‘Fin de Siglo y Formas de Modernidad’, en
1988 celebrado en Almería, la ciudad a la que se vinculó en los últimos año de
su vida. La organización de la mesa redonda, ‘La ciudad de Almería como forma
de vida cotidiana’, estaba plenamente justificada, como principio de una serie
de debates públicos para ceder la palabra al ciudadano y brindarle la
oportunidad de exponer cuáles son los problemas de la vida cotidiana
almeriense.
En
1988, José Ángel Valente manifestó a este periodista, con motivo de la mesa
redonda, “yo tuve el primer contacto con Almería alrededor de 1970, y recuerdo
que en esa época Almería todavía era una ciudad que estaba relativamente
conservada. Luego volví trece años más tarde y pude ver que se había operado
una destrucción de la ciudad que yo tenia n mi memoria. Digo esto porque creo
que, en la vida diaria, el ciudadano almeriense, por una serie de factores en
cuyo análisis se podía entrar, está perdiendo la memoria de su propia
ciudad”.
Valente
coincidió y estuvo de acuerdo con los criterios del arquitecto Ramón de Torres,
al exponer el problema que supone que “la arquitectura se presente como un
proyecto comercial y no como un proyecto cultural”. Según Valente, “en la
medida que en Almería se sienta la falta de cultura como una forma de pobreza ,
yo creo que todo lo que se haga en el orden de la arquitectura y del urbanismo
es extraordinariamente importante”. En este contexto, pues, siguiendo a
Valente, es necesario establecer los valores de la relación entre los edificios
y sus habitantes, los aspectos culturales, sentimentales e intelectuales que
descifren las claves de la ciudad y sus habitantes, de Almería y los
almerienses, de los barrios y sus relaciones.
Y
por eso, creo que es el momento de promover un encuentro de los almerienses y
volver a encontrar el sentido de un Casco Histórico que está agonizando. Y si
la ciudad vieja se muere, al final toda la ciudad de Almería se convertirá, más
tarde o más temprano, en un cadáver urbanístico.