José Fernández
Periodista
La combustión del papel comienza a los 451
grados Farenheit, dato científico que sirvió a Ray Bradbury para titular su
famosa e inquietante novela de ciencia ficción protagonizada por un bombero
cuya misión era quemar libros por orden del gobierno. Y supongo que esa es la
temperatura que se alcanzó en la fogata de documentos de la Junta de Andalucía
que se produjo hace unos días en un descampado sevillano y que tanto juego ha
dado tras su publicación por un vecino alarmado.
Esto de “quemar después de
leer” es una consigna propia de películas de espías o de urgencias ante la
inminente llegada del enemigo. Un recurso de gente apresurada y peligrosa. Y no
sé qué motivos tendrían los que, saliendo de una furgoneta con los logotipos de
la Junta de Andalucía, en un solar de la Junta de Andalucía, acumularon papeles
de la Junta de Andalucía y los redujeron a cenizas. Cualquiera sabe.
Las fotos de la quema (Abc) |
Ya
podrán decir en Canal Sur lo que quieran (algunas defensas de lo indefendible
son capaces de transmitir el bochorno por las ondas) pero con independencia de
las suposiciones del contenido de los archivos, este sistema de destrucción de
documentación no encaja en lo niveles de transparencia de una Administración
que se arroga los máximos estándares de decencia y modernidad del mundo
mundial.
Pero al
margen de la propaganda y el autobombo, lo cierto es que la Junta es una
administración opaca, que no colabora con la Justicia cuando se le piden
documentos, en la que cada vez que hay elecciones comienzan a aparecer
misteriosos bolsones llenos de papel triturado y en donde se queman documentos
oficiales a plena luz del día.
Si una administración tan ecológica quema
documentos en lugar de reciclarlos ¿qué tenían? Vaya usted a saber, pero
podríamos acabar viendo a los trabajadores de la Junta haciendo desaparecer en
el mar bultos envueltos en cemento de fraguado rápido. ¿Capisci?