Goyo Fernández Chaves
Acción por Almería
Desde la fundación de Acción por Almería y su irrupción en la vida pública, ofreciendo a la ciudadanía una opción (la constitución de Almería como autonomía uniprovincial) que no se contemplaba en el inamovible estado autonómico, no son pocos los detractores que infravaloran y ridiculizan este movimiento de un modo poco argumentado, dejándose llevar por su fanatismo, que no concibe otras opciones. El mayor ataque, percibo, llega desde la izquierda.
Existe un problema de base que consiste en asociar izquierda (ideología política) con Andalucía (territorio y/o ente cultural o con supuesta etnografía común). Es por eso que muchas personas que repudian la derecha, que se indignan ante recortes, desahucios, destrucción del medio ambiente, etc., equiparan ser de izquierdas con ser más andaluces que nadie, tomando por bandera el «pedid tierra y libertad» y tachando al almeriensismo de derecha.
Bandera de Almería |
Esto carece de sentido si tenemos en cuenta que sectores de la derecha, amantes de la España más castiza, toman el prototipo andaluz como su máximo exponente. Pero, para la izquierda, rechazar Andalucía es rechazar a la propia izquierda, pues son cosas que, al parecer, han de ir en el mismo paquete.
Así, etiquetar el almeriensismo como un movimiento de derechas me molesta por dos motivos: Por un lado, mucha gente de la propia izquierda a la que le sedujese la idea de reivindicar una autonomía para Almería puede terminar mirándonos con desconfianza por todas las difamaciones gratuitas que se vierten sobre nosotros. Y, por otro, los colectivos que se dedican a calumniar sobre nuestro origen, filias, actos de corte fascista, financiaciones por parte del PP están, al mismo tiempo, intentando sacar rédito de nuestros triunfos.
Estos grupos, que nunca han representado nada en el panorama almeriense, pretenden subirse al carro. De hecho, con este escrito, soy responsable de ponerlos en el mapa y darles difusión. Pero el dejar claro que no simpatizo con el PP me obliga a ello.
De crío, antes de interesarme por la política, me chocaba la pertenencia de Almería a Andalucía. Nadie me lo inculcó, sólo notaba que mi acento distaba del andaluz, que mi idiosincrasia era diferente (aunque por aquel entonces desconociese esa palabra). A raíz de formar parte de Acción por Almería, he podido ahondar en temas de indumentaria, historia, gastronomía, léxico, etnografía en general, que me han hecho redescubrirme como almeriense.
Por todos estos motivos, puedo decir sin ninguna duda que no soy andaluz y, al mismo tiempo, defiendo una política de izquierdas para mi provincia, pero me niego a que las autonomías se crearan para que mis representantes claudicasen en favor de sus superiores, dirigentes de un parlamento impuesto, y de los intereses de otra región geográfica allende las montañas.
¿Por qué a Andalucía le da igual Almería? Porque físicamente somos dos tierras distintas y lo invertido aquí no repercute allí. Hace un mes leí una publicación del partido valenciano de izquierdas «Compromís» en Facebook, un artículo donde defendían que la Línea de Alta Velocidad llegase hasta Almería por el bien de todo el Levante. Eso en Andalucía no interesa. Lo entiendo, pero, entonces, yo también les pido «tierra y libertad».