Miguel
Ángel Blanco
Periodista
En
el panorama de la resistencia cultural almeriense frente al franquismo y
durante la Transición hay un cantautor destacado: Miguel Ángel Molina García
(Almería, 1955-2016, recientemente fallecido), el cantautor que más recitales
protagonizó y más suspensiones tuvo. Su voz recorría la provincia y otros
lugares de Andalucía. La unión entre música y poesía conduce al mundo de los cantautores y también
hacia la canción-protesta. El cantautor es un elemento protagonista que destaca
en el movimiento de contestación al franquismo y ocupa, sobre todo, un lugar de
resonancia en el espacio crítico universitario. No es una cuestión exclusiva de
la Transición en España, El mundo de los cantautores ya está presente en la
contestación de los sesenta.
Miguel Ángel Molina |
Miguel Ángel Molina comparte escenarios y momentos con Carlos Cano, Rosa León,
Víctor Manuel, y a la par está involucrado en la vida cultural almeriense de
los setenta, que tiene el Colegio Universitario como principal foco de
animación. “Fue una movida cultural importante, era una maraña de gente muy
diversa, en torno al teatro, la música, la pintura, que alcanza su gran
estallido en los 80. Nos movíamos con los partidos políticos, yo mismo estaba
vinculado a las Juventudes Comunistas, aunque nunca tuve carnet, pero siempre a
nuestro nivel, algo que surgía de forma muy natural, espontánea, no había nada
prefijado de antemano. Yo empiezo a cantar a los 16 años con textos de mi
hermano José Luis. Recuerdo que mi primer recital fue en Chirivel, en 1971, con
letras que trataban temas sociales, muy fuertes”, según declaraciones del
cantautor en 2012, para mi tesis doctoral.
La experiencia de Miguel Ángel Molina es amplia, hasta el punto de ser el cantautor almeriense más prohibido. En 1977, protagoniza un recital en el cine Bahía del Zapillo, “es el primer recital después de veinte suspendidos en diez meses”. Lo significativo estaba en la rebeldía de los cantautores contra la censura y la forma de sortearla. “La censura era un puteo constante. Había que mandar las letras de las canciones antes del recital a la Delegación de Información y Turismo, y las que prohibían les ponían una raya con lápiz rojo. Lo que pasaba es que yo nunca ponía los títulos de las canciones y cantaba después lo que quería. Cantaba canciones mías, que consideraba populares, y también poemas, musicados por mi, de García Lorca, Rafael Alberti y sobre todo canciones de Paco Ibáñez que fue nuestro maestro. Fui el primer cantautor en cantar a Víctor Jara, en España; una amiga me trajo de Chile una cinta grabada, poco después del golpe de Pinochet y de que asesinaran a Víctor Jara, e incluí ‘Amanda’ en mi repertorio, que estaba compuesto casi todo por canciones mías”.
En la trayectoria de Miguel Ángel Molina está el recuerdo de varias detenciones. “La primera detención fue en la plaza de la Catedral de Almería, en 1976, yo estaba escribiendo notas sentado en un banco. Llegó una furgoneta de los ‘grises’, la ‘lechera’ que se llamaban popularmente. Yo tenía el pelo largo, mi aspecto ya se sabe, eso era motivo de que te consideraran un revolucionario, me agarraron del pelo y me introdujeron en la ‘lechera’. Me quedé bloqueado, no recuerdo de qué se me acusaba, únicamente que mi padre me sacó de comisaría. Aquello no tuvo ni pies ni cabeza”.
Miguel Ángel Molina fue un claro ejemplo, en la Almería de la Transición, de que la canción popular, la canción de autor, la canción protesta, fue el principal instrumento para promover la contestación y la toma de conciencia desde las sensaciones y las emociones culturales, sociales y políticas, al unísono, para acercarse con entusiasmo al futuro que llegaba.