El debate de anoche: Demasiado temor a equivocarse

Emilio Ruiz

No existe unanimidad entre los politólogos sobre la influencia de los debates en la orientación del voto. Hay quienes dicen que un candidato no debe pretender acudir a un debate para obtener más votos, sino para no perder ninguno. Dicho de otra manera, un debate no gana elecciones, pero puede ayudar a perderlas. La mejor receta para evitar esto último es no cometer errores. El debate a cuatro de anoche tenía la novedad de que era la primera vez que reunía a los líderes de los partidos mayoritarios en un mismo plató. Como suele ocurrir cuando un acto este tipo se organiza bajo la batuta de Manuel Campo Vidal, todo detalle estaba cuidado. Enhorabuena, a pesar de la maldita rigidez.

El debate a cuatro

¿Y los candidatos, qué tal? Ninguno de los cuatro perdió un solo voto tras el debate. Menos fácil es averiguar si se convenció a ese 32 % de indecisos que dice el CIS. Los cuatro abusaron del pasado y de la estadística. Mariano Rajoy (“Gobernar es difícil y predicar es fácil”) se mostró seguro y nadie le sacó del guión de que lo mejor que le puede pasar a España es “perseverar en las políticas llevadas a cabo”. La chuletilla inicial no le favoreció, igual que la acusación que hizo a sus oponentes de ir al debate sin la lección aprendida. Sí llevaban aprendida la lección. Pedro Sánchez (“En cuanto llegue al Gobierno eliminaré el copago sanitario”) estuvo en plan demasiado institucional. No descendió en sus intervenciones al nivel de aquel “usted no es una persona decente, señor Rajoy” del que después se arrepintió. Al candidato del PSOE se le vio en actitud positiva y sin el temor de otras ocasiones. Tal vez demasiado formalista. Con frecuencia buscaba a Iglesias, pero el de Podemos era repetitivo: “Se equivoca, Sr. Sánchez, de adversario”.

De Pablo Iglesias (“Hay que volver a la indemnización de 45 días por despido”) se suele decir que es un experto en el manejo de las cámaras. Anoche daba la impresión de que estaba demasiado empeñado en no transmitir esa imagen de ‘soberbia’ que se le atribuye. La vestimenta de segador, en mi opinión, no le favorece. Pero seguro que a sus seguidores sí. Su mayor oponente era Rajoy, y supo ocultar que su verdadero adversario es Sánchez, al que echó algún piropo. “Quiero que sea mi socio”, vino a decir. Albert Rivera (“no queremos el modelo griego para España”) se mostró cómodo ante las cámaras. Me gustó su comunicación no verbal. No tuvo la ansiedad de otras veces. Se puede decir que tampoco él anoche perdió un solo voto y hasta es posible que ganara alguno.