Emilio Ruiz
El PSOE se enfrenta el 26-J a los comicios más traumáticos de su reciente historia. Las elecciones del 20-D le situaron muy por debajo del listón sicológico del centenar de diputados. Pero aún puede ser peor. Sus dirigentes pueden pregonar optimismo, porque están obligados a ello, pero la realidad pinta fea. No es una sola encuesta la que lo sitúan en la depresión. Son todas. La publicada el viernes por el CIS es contundente: Unidos Podemos pasaría a encabezar la alternativa al PP con el 25,6 % de los votos y un máximo de 92 diputados, en detrimento del PSOE, que solo conseguiría el 21,2 % de los apoyos y entre 78 y 80 escaños.
Candidatos socialistas |
Quienes realizamos una valoración positiva de la gestión realizada por el PSOE para desentrañar la endiablada situación en que quedó el panorama político de España tras el 20-D encontramos dificultades para justificar una reacción del electorado como la que vaticinan los sondeos. Algo profundo debe haber ocurrido para que el PSOE se vea en esta situación. Y, al analizar esas razones, hay que hallarlas tanto en elementos endógenos como exógenos.
Pedro Sánchez llegó a la secretaría general cuando el partido estaba anímicamente hundido, debido al último resultado electoral –mayoría absoluta del PP-, el mal sabor de boca dejada por Zapatero en los meses finales de su gestión y por el desánimo que transmitía Rubalcaba. El 20-D se afrontaba en unas condiciones muy precarias, y ello a pesar del deterioro del PP. El “hemos conseguido un resultado histórico” fue más un alivio ante lo que podía haber sido peor que un reflejo de la realidad.
Tras el pobre resultado del 20-D las principales estructuras del partido podían haber reaccionado con una acción positiva. Fue lo contrario. En vez de aunar esfuerzos, se enzarzaron en dirimir las fechas de un congreso innecesario, en proponer alternativas personales imposibles, en cuestionarse todos a todos, en hacer valer la fortaleza de parcelas territoriales… En definitiva, en hacer justo todo lo contrario de lo que exigía la delicada situación política de España. Afortunadamente, esta ‘guerra de guerrillas’ ya ha desaparecido.
También hay que valorar la importancia que han tenido y tienen ciertos elementos exógenos para conducir al PSOE a esta situación. Diversas esferas políticas (“Vamos bien, Pablo”) y mediáticas han hecho un esfuerzo descomunal por deteriorar la marca PSOE y promocionar la de Podemos. En mi opinión, de una forma insensata. La entrevista realizada a Susana Díaz esta semana en ‘La Sexta’ fue un ejemplo de descarada animadversión. “Está usted criticando demasiado a Podemos”, llegó a recriminar García Ferreras a Susana Díaz.
El barómetro del CIS refleja estados de ánimo electoral en un momento determinado. En ese momento el PSOE muestra tibieza, es verdad. Pero el mismo CIS señala que los españoles citan al PSOE como la formación de la que los ciudadanos se sienten más cerca y también el partido preferido para ganar las elecciones. ¿Qué hay que hacer para traducir ese sentimiento en votos? Ésa es la cuestión de la que deben ocuparse los socialistas si quieren salvar con dignidad este 26-J.