Emilio Padilla Chirveches
Periodista
Tenía ya ganas de desahogarme. Así, que ahí va. Los Viernes del Botellón desprecian la convivencia en paz de las familias sufridoras que lo padecen. Está el derecho a la diversión, pero también, le recuerdo al Gobierno local de Cantoria, el derecho al descanso. Ambos importantísimos, si medimos en calidad de vida. Trabajen en darle una solución ventajosa para las partes y todos se lo agradeceremos.
La música a todo volumen hasta altas horas de la noche cada viernes, salvo excepciones concretas. Y si coincide con la celebración de un buen resultado de fútbol para la selección nacional española, como fue el caso del último viernes, esta diversión se dispara hasta altos decibelios de madrugada para quienes convierten su disfrute en jodedora tortura machacona de perjuicios colaterales.
Hay que regularlo |
Varias familias de esta apacible población sufren cada viernes las mismas consecuencias de la ausencia de una normativa que regule la fiesta del botellón, en este caso, en las inmediaciones de las oficinas comarcales comunitarias de la localidad de Cantoria.. Si osas denunciar a los infractores de la paz que debe de imperar en la normal convivencia entre vecinos de una misma comunidad, atente a las consecuencias: te destrozan en dos meses dos espejos retrovisores. valorados en casi 400 euros, al estilo de la patada vil, muy utilizada entre cobardes como respuesta de estos animales bípedos que andan sueltos haciendo de las suyas ante la pasividad de quienes tienen la responsabilidad y la obligación de imponer unas normas de conductas básicas que diferencian entre lo normal y lo anormal, por el bien de lo primero.
No entiendo (bueno, sí) que esa normativa esté aparcada por intereses que obedecen a conceptos de convivencia que escapan a mi limitada manera de entender y comprender ciertas situaciones Pero sí sé, por algún miembro cercano de la Guardia Civil, que la aplicación de esa normativa acabaría en tres viernes con una práctica prohibida en zonas residenciales en muchos pueblos avanzados de nuestra querida España donde, al parecer, se aplica otro concepto de bienestar social.
No me quejo por mí, que tengo el sueño acostumbrado a despertares imprevistos, lo hago en nombre de mi hermana, mi sobrina, las principales sufridoras de una situación impropia en los conceptos y tiempos de comunidades avanzadas y de destino de turismo residencial que anhelamos para nuestro pueblo. También vale para esos vecinos vecinos, algunos con hijas pequeñas, que me animan a escribir y contar lo sucedido o denunciar lo denunciable, como ustedes juzguen, por imposición del hartazgo compartido.
Y a quien corresponda, no hagan comparaciones que revelen políticas mediocres o actitudes nada reflexivas: aquí, en Cantoria, varias familias estamos bien jodidas las noches y madrugadas de casi todos los 'putos' viernes, porque así lo han decidido los que o no quieren o no pueden dar una solución. Y me explico: si llamas a la Guardia Civil para protestar, como fue el caso de ayer, te remiten a la Policía Local, por competencias, para seguir protestando. Si están en horario de trabajo, su respuesta es profesional, o sea, inmediata y atajan el problema en un abrir y cerrar de ojos, pero no de raíz; pero si no lo están, como es el caso de los policías locales de nuestro pueblo, cuya protección ciudadana se rige por el convenio laboral de las 8 horas diarias, las 40 semanales, lo normal es que no aparezcan, pues nadie los sustituye cuando termina su jornada laboral.
Pero lo que realmente me envuelve en la indignación más absoluta es que esos jóvenes molestos que toman represalia contra quienes osan denunciarlos no vivan en el pueblo, se trasladan de poblaciones vecinas, como Macael, en donde la discoteca y el botellón andantes están terminantemente prohibidos y perseguidos por las razones de convivencia en armonía que todos sabemos. En Cantoria, no, así que el terreno está abonado.
No pretendo que erradiquen el botellón. A cada uno lo que le apetezca en sus dosis correspondioente en cada etapa de sus vidas. Pero tenemos un río sin agua con capacidad para albergar unos cuantos botellones sin perjudicarse los unos a los otros. Eso sí, no se traigan las bebidas de otros pueblos. En Cantoria tenemos hasta un 24 horas dispuesto a venderles todo lo necesario para facilitar un encuentro juvenil del que todos podamos gozar al ritmo deseado, en el caso de los sufridores afectados, al del sueño aconsejado y deseado en nuestras horas de sueño.
A quién corresponda le ruego, por favor, regulen y apliquen el respeto de nuestro descanso, como respetamos el de los demás sin distinción alguna. Es así de fácil. o , tal vez, ¿es así de complejo? Y ya no jodan más con la típica frase facilona: "todos tenemos el derecho a divertirnos". Nadie lo cuestiona, sólo pido alternativas para que todos salgamos ganando en este desencuentro. Y haberlas haylas. Es cuestión de quererlas llevar a la práctica, porque todos tenemos el derecho y el deber a vivir en paz, sin imposiciones anómalas corregibles externas.