Mayoría absoluta o follaero

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Resulta insoportable la continuada exégesis del “mandato ciudadano resultante de la fiesta de la democracia”. No paran de decir que los votantes han votado por el diálogo, el pacto, el entendimiento, la alternativa, el pluripartidismo… ¡Y un cuerno! El voto -la papeleta- viene sin manual de instrucciones ni letra pequeña. Cada votante elige según le convenga por convicción intelectual o porque le sale de las narices. Ya sea meditada reflexión, cálculo de riesgos, irrenunciable visceralidad, generación de seguridad, temor a la incertidumbre o porque lo digan los Morancos; lo prescriba la Sexta; este me parece un chico guapo; fulanito qué bien habla… o voy a votar a éste para que se fastidie el otro.

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Todo son parámetros intelectuales, emocionales o la mezcla de ambos que contribuyen a un resultado trufado de sentimientos, sensaciones, esperanzas y venganzas. Por tanto, que no me vengan ahora con que “el pueblo ha determinado que hemos de entendernos”. No. Ustedes, los políticos, ya han fracasado estrepitosamente como consecuencia de esas lecturas del voto, y demuestran ser unos incompetentes declarados al hacer falsas interpretaciones de los resultados, que siempre se decantan a favor de los intereses de partido o hacia la supervivencia del líder en peligro de ser removido por sus frustradas bases y correligionarios cabreados. No me digan más que “esto es lo que ha querido el pueblo soberano”. Nada de lo que han hecho los políticos pergeñando poder es consecuencia de la decisión individual de los votantes. Las componendas aritméticas jamás se ajustan a las mayorías naturales, y, cuando no hay más remedio, se acogen a la “geometría variable” para alcanzar escenarios inverosímiles.

Ustedes son tan cortos en aritmética que sólo se aclaran con una mayoría absoluta; ahí no hay dudas. Todo lo que se acerque al posibilismo encontrará resquicio y acogimiento en otras disciplinas más complejas. Así, se habla de las matemáticas o de la variabilidad geométrica como alambicada salida antes que dejar que gobierne la lista más votada. Parece mentira que los que tienen dificultades para contar se afanen en despejar incógnitas en intrincadas ecuaciones o se adentren en laberintos euclidianos. Todo sea para interpretar, siempre a su favor, lo que el pueblo decide con meridiana claridad.

Podemos (Unidos y Unidas Podemos y Podemas), crisol de progresía, licenciaturas, comunismo, socialdemocracia, peronismo… y ya veremos si capellanía, sucumben exhaustos y desconcertados por unos resultados adversos; adversos a sus pretensiones se entiende. Y la verdad, yo también resulto contrariado todas las semanas cuando los números premiados en la Primitiva no se corresponden con mis pronosticados. A mayor expectativa, mayor decepción. Y lo preocupante es que sean cualificados politólogos los que no encuentren explicación a lo sucedido en las elecciones. Tanto doctorado en Ciencias Políticas y en biotecnología de los péptidos y las proteínas para, en definitiva, no entender qué les ha sucedido. Ya me dirán; si no entienden lo que les ocurre a ellos, cómo entenderán de solucionar los problemas a los demás.

Y qué les digo de Pedro Sánchez: ¿Qué parte de que viene Susana no entiendes, Pedro?  Y Albert Rivera, otro que habrá de ir desgajando sus líneas naranjas cuando termine de pelar la envolvente de vetos que los votos al Partido Popular han convertido en jugoso atractivo cítrico-centrista.

Los pactos, los vetos, las líneas rojas… y los intereses no confesados en campaña forman parte del blindaje e interpretación favorable a los intereses de cada partido. Nadie se puede fiar ya de lo que puedan hacer los minoritarios para desautorizar la decisión mayoritaria. Por eso, por favor, no digan nunca más que “el pueblo ha mandatado”, “los votantes han decidido”, los ciudadanos han decidido”. Nosotros votamos, y ustedes montan un follaero.