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Rencor al puño y la rosa

Francisco Javier Fernández Espinosa
Escritor

De nuevo en precampaña, los agitadores de la polémica se sienten cómodos jugando al juego que mejor saben jugar. De nada valen las promesas huecas de hace apenas cinco meses, que con silencio y hastío han sido devoradas por la rutina y la conformidad de un enfermo que ya parece que ni siente ni padece, desangrado y desahuciado por la complicidad de una mayoría que sólo se moviliza ante el temor a lo nuevo.

El pasado queda en la historia (a pesar de la LOMCE) y dice que la conversión de nuestro país en un estado de bienestar y progreso bien se debe a la influencia de unas siglas que hoy sirven de piñata absurda de cualquiera que tenga un desencanto.

La nuevas marcas del escaparate político atacan con una fiereza inusual al puño y la rosa de sus libertades

Es verdad que se han cometido errores (y muchos), que los garbanzos negros florecieron a la sombra del poder y que al ciudadano se le pudo transmitir cierta sensación de impunidad, que en nada tiene que ver con la realidad. La madurez de un partido histórico y ambicioso donde los haya se debe mostrar con procesos transparentes de depuración e higiene democrática, que premie al bueno y castigue al malo, a cuenta de los servicios prestados.

Quedarse anclado en el inmovilismo y en la pasividad sólo beneficia a quienes delinquen en nuestro nombre, pero lo peor de todo es justificar lo injustificable. En ese detalle hay que dar clases magistrales. Hay que saber irse a tiempo antes de que te echen con deshonor. Los que tanto han reprochado al puño y la rosa que saque a pasear sus dinosaurios ahora han rescatado del cementerio de elefantes al inventor de la pinza consentida con sus propios antagonistas, el ying y el yang, la sombra y la luz, el si y el no, en un concepto de complacencia sellada durante una partida de dominó en la que el patrón felicitaba al obrero, invitándole a su mesa.

La nuevas marcas del escaparate político atacan con una fiereza inusual al puño y la rosa de sus libertades, de su educación y garantías sociales, unificándose sabedores de ser los descartes de cualquier sitio, los pétalos caídos, las victimas del recorte, los aprendices aventajados del maestro entrañable al que castiga el tiempo. Vestidos con un chándal nuevo (comprado para la ocasión) los fieles de la economía de mercado no son capaces de seguir el ritmo del líder, al que abandonan desfondados tras despistar a los fotógrafos, mostrándole su soledad o incomprensión, no sé cual opción más dura.

Hablemos de nuevo de palabras en desuso: revolución, reconciliación, regeneración, imaginación… Hablemos de futuro y de progreso con los pies en el suelo, sin quimeras inalcanzables con las que confundir al pueblo. Unamos las manos para empujar hacia el mismo lado, esperando el amanecer sin la sensación de que amanece que no es poco.