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Carlos de Paz, construido por la imagen

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

Cincuenta años es un buen pretexto para recorrer de nuevo los caminos personales de la creatividad. No se trata de mirar hacia atrás, sino de entrar en el interior al reencuentro con la identidad que se persigue desde el principio. Y en este caso, Carlos de Paz (Madrid, 1953) ha vuelto sus sentidos hacia todos los caminos por donde fue capturado por la imagen, que le ha servido para construir una historia del mundo. Es lo que ha hecho con la exposición Vidas encontradas. Cincuenta años aprendiendo a mirar, en el Museo-Centro de Arte de Almería.

Autorretrato de Carlos de Paz

Cincuenta años del fotógrafo transitan por las aspiraciones al mundo de las Bellas Artes, los estudios de Educación Física, la primera fotografía en 1971; el fotoperiodismo, el mundo de la publicidad y de la moda. Cuando llega a Almería en 1991, huyendo del gran asfalto urbano madrileño, ya está reconocido en encuentros internacionales de la fotografía. Y aquí cumple sus 25 años de fotógrafo y realiza su primera reflexión de autor con la exposición Facetas, donde impone el sentido de la imagen como un mundo universal abierto a distintos espacios. Cinéfilo, entonces manifestó: "Fotografía y Cine tienen la misma base dramática y visual”. El fotógrafo ha mantenido en el reconocido mundo fotográfico de Almería su propio espacio de autor, independiente y personal.

Vida cotidiana, humanismo ante la calle, sentimientos e intuiciones, lo que esconde cada momento, la historia que descubre en cada puesta en escena. Por eso se entiende que Carlos de Paz comente que “me gusta utilizar la cámara fotográfica como una pluma con la que escribir los sueños y realizar asociaciones mentales libres, sin la intromisión censora de la consciencia y de la razón”.

La exposición Vidas encontradas muestra únicamente imágenes en blanco y negro, donde se esconde la verdad de cada imagen, “las luces y las sombras tienen voz propia”. Lo que el fotógrafo descubre, comparece a través de la gente, personajes, en interiores, donde se intuye la espera, la quietud para enaltecer el valor universal de la calle como única patria, ante la espontaneidad de sus habitantes, especialmente en la mirada frontal del personaje que observa al fotógrafo. Son los personajes los que establecen la vida de cada ciudad por donde pasa el fotógrafo. Incluso en los lugares vacíos con el alma de los espacios, con momentos para estar ausente a pesar de la cercanía del objetivo. Todos los mundos de la imagen cazadora están presentes: la palabra, los parques, los juegos en la acera, la arquitectura, la música, las ciudades, la invisibilidad.

Hay en la exposición dos momentos singulares. Uno, Memoria de una cámara, emerge desde los principios. Las imágenes, como grabadas por Instamatic en la juventud, Imágenes sencillas y sobrias, con la inocencia del tiempo del fotógrafo, el principio del camino. Y el segundo, el espacio más singular y creativo, es el montaje dedicado a los autorretratos del fotógrafo. Y ahí comparece Carlos de Paz con el tiempo, con la melancolía de cada mirada.

Carlos de Paz no se mira en el espejo sino que lo traspasa y mira más allá. “En algún momento comprendí que yo sería la única persona a la que podría retratar a lo largo de su vida…”. En realidad, su dimensión personal esta muy presente en las imágenes que le tienen, afortunadamente, capturado. Hay que imaginar que no son autorretratos al uso, sino rostros que el tiempo ha impuesto a un personaje de ficción llamado Carlos de Paz. Es el momento para construir una brillante teatralidad dramática. Las escenas son palabras, cada imagen es una palabra. Así se puede hablar eternamente con la fotografía y Vidas encontradas de Carlos de Paz es una prueba definitiva, original y única.