Gabriel Amat y sus cinco mosqueteros

Pedro Manuel de La Cruz
Director de La Voz de Almería

La sombra de las elecciones es un camino salpicado de consecuencias internas en el que no todos los que lo transitan en la euforia de los vencedores comparten el mismo grado de satisfacción, ni todos los que lo recorren abatidos en la derrota sienten el desamparo con la misma intensidad. Junto a los que han ganado o han perdido navegan tipos que ven en la victoria su derrota y en la derrota su victoria. Cuando las palabras callan en la noche electoral y se impone el silencio, no todos se abandonan al sueño imposible -conozco a muchos políticos incapaces de alcanzarlo; la euforia de la victoria y los porqués de la derrota llaman al desvelo- con el mismo gesto esculpido en el alma. Hay vencedores y vencidos en todas las trincheras y en cada orilla siempre hay heridos.

Gabriel Amat

El 26-J no ha sido una excepción. En el PP de Almería la victoria ha silenciado el ruido de máquinas en las que trabajaban los interesados en el cuándo, el cómo y el por quién iba a escribirse la sustitución de Gabriel Amat al frente del partido. El presidente provincial del PP tuvo la debilidad de insinuar a las pocas horas del 20-D que su tiempo liderando el partido estaba llegando a la última estación. Aquellas palabras a Simón Ruiz y publicadas por La Voz no fueron la señal de salida para ver quién le sustituía, pero sí incentivaron las expectativas de quienes, legítimamente, aspiraban y aspiran a un buen posicionamiento en el relevo.

Pero si en política un día puede cambiar la historia, seis meses son una eternidad. Aquel Amat abatido por la pérdida de dos escaños por Almería y con la mirada -y el alma- vislumbrando el regreso es, desde hace quince días, un político al que nadie va a intentar escribirle su relato. Amat está fuerte y, desde esa fortaleza, Aureliano García y Miguel Angel Castellón en el partido, y Ramón Fernández Pacheco en la representación institucional, se consolidan como los “mosqueteros” del nuevo PP que viene. He elegido la figura de los míticos defensores del Rey francés porque, aunque en la novela de Dumas el título solo hacía referencia a tres, en el desarrollo literario fueron cuatro. A Athos, Porthos y Aramis se les unió un cuarto protagonista en la trama.

¿Quién será ese cuarto mosquetero en el Estado Mayor de Amat que, como en la mítica novela, llegó después de los otros tres al Patio de Armas? Apunten: Paco Góngora. El alcalde de El Ejido mantiene desde hace años la actitud benedictina del “Ora et labora” -piensa y trabaja, traducido al manual político- y desde sus reflexiones y sus resultados en la gestión municipal y en los recuentos electorales mira a la sede de la capital, si no con ambición, al menos sí con interés. Desde el fracasado intento de “golpe” planificado por Enciso y Añez en los años de la guerra civil popular, el PP de El Ejido ha mantenido una actitud de extraordinaria prudencia. La victoria en las municipales de 2011 les abocó a gestionar una situación económica endiablada. 

En medio de aquella tormenta pocos pensaron que nadie pudiera salir con vida del campo de minas en que la trama Elsur había convertido la vida municipal. Paco Góngora y su equipo supieron doblar el cabo de las tormentas económicas, judiciales, financieras y políticas construidas por la banda de Pepe Alemán y ahí están los resultados y ese es al aval que le convierte en el D´Artagnan de la partida. (insisto, por llegar el último, no por otras razones).

Pero los cuatro mosqueteros no van a estar solos en la estrategia sucesoria que Amat piensa y trabaja - otra vez la orden de San Benito- desde la tranquilidad parsimoniosa que le han propiciado los resultados del 26-J. En la aventura les acompañará la senadora Maribel Sánchez, una Milady de Winter leal que no aspira a nada pero que puede llegar a mucho si el partido no comete el error de condenarla al ostracismo en la Alta Cámara.

Todos en el partido y fuera de el saben que el 26-J la presidencia del PP se convirtió en una fortaleza inexpugnable para quienes no cuenten con el respaldo de quien ahora lo ejerce. Los que aspiraban -desde dentro o desde fuera del partido, que de todo hay, insisto- a ser el cardenal Richelieu, Mylady de Winter y el conde de Rochefort de la estrategia conspirativa supieron aquella noche que, salvo imprevistos (nunca políticos) de última hora, la batalla estaba condenada al fracaso.

Ahora es tiempo de “exámenes”. Amat hace y deja a hacer. Pero, sobre todo, observa. Aunque lo niegue una y mil veces, ya ha pensado -una y mil veces también- cómo será el partido cuando él decida abandonar la presidencia. Quienes le sustituirán y en qué posición. Los corredores están en la pista y cualquier fallo costará carísimo a quien lo cometa. Los “cuatro mosqueteros” lo saben. Y lo saben tan bien que son conscientes de que el primero que saque la espada para herir al otro, está muerto. Si algo ha demostrado Gabriel Amat en toda su vida es que es un corredor de largo circuito que huye de los velocistas.