Antonio Gil Albarracín
Historiador
En el tumulto mediático causado por la habilidad que tienen el Ayuntamiento de Almería y la Junta de Andalucía, las dos administraciones más cercanas a la Alcazaba de Almería, de aprovechar la sucesión de errores del otro, la Alcazaba continúa padeciendo un abandono secular, a menudo maquillado con diversos presupuestos que intentan simular una actividad que raramente redunda en resolver las auténticas necesidades del conjunto monumental.
La cascada de escándalos que se acumulan en fechas recientes ha permitido casi olvidar actuaciones como la restauración de la muralla taifa con planchas de acero corten o recientemente la construcción presuntamente delictiva, dentro del perímetro de protección monumental, del megalómano búnker de la calle Fernández y de la gran vía que amplía desmedidamente la misma para acondicionarla al tráfico rodado, una idea que ya fue propuesta por el arquitecto Francisco Prieto-Moreno en el plan de reformas interiores de 1949, trasladándola a la paralela calle Reducto, probablemente por no atreverse a emplear para dicho fin la calle Fernández, que habría supuesto amplia destrucción de caserío y un elevado coste, como a la postre ha ocurrido.
Obras de restauración de la Alcazaba en 1946 |
Francisco Prieto-Moreno Pardo, arquitecto granadino que vivió entre 1907 y 1985, fue fundador y dirigente de Falange Española en Granada, alcanzando en la España franquista, entre otros cargos, la Dirección General de Arquitectura entre 1946 y 1954 y el nombramiento como arquitecto conservador de la Séptima Zona de Monumentos, en la que se incluían los de la provincia de Almería. Asimismo fue arquitecto conservador de la Alcazaba de Almería entre 1940 y 1976, cargo desde el que redactó proyectos anuales de conservación que cambiaron la imagen de la fortaleza, dándole el aspecto que conocemos.
Coincidiendo con el milenio de la transformación en medina de la plaza, este insigne arquitecto falangista fue declarado por el Ayuntamiento de Almería, en agosto de 1955, hijo predilecto de la ciudad. Entre sus trabajos figura el Plan de reformas interiores de Almería firmado el 31-12-1949, aunque la mayoría de los planos están fechados en febrero de 1949. Dicho plan no se llegó a ejecutar afortunadamente en la mayor parte de sus propuestas, pues habría significado la destrucción de una parte notable del casco histórico de la ciudad para la apertura de grandes vías que facilitaran el tráfico rodado.
Entrados en el siglo XXI, tras cuatro décadas consecutivas en las que se han sucedido cargos electos en las instituciones democráticas, dicha saludable práctica ha sido empañada por las Administraciones cercanas a la Alcazaba de Almería ejecutando durante un mandato reciente, al menos parcialmente, un plan de urbanismo fascista que fue propuesto a mediados del siglo XX. Salvo que haya un ataque de cordura, no nos cabe duda que tras el olvido del actual escándalo, enterrado por otros sucesivos, cuando los políticos turnantes se vean obligados a cualquier tipo de pacto, aplicando la conocida “ley del poyaque”, de la que hemos tratado en otra ocasión, se incluirá en la almoneda la ejecución del resto de la citada gran vía.
Ahora, entre el caos provocado por la falta de un plan director de actuación en la Alcazaba, la existencia de unos administradores que trabajan para la ejecución de planes faraónicos de un pasado que debía de estar superado y los continuos errores que por ignorancia o por dejadez, o por ambos motivos, se suceden unos tras otros, solo queda reclamar que se tenga presente que la importancia del monumento como símbolo del pasado de la ciudad merece un plan razonado que se adecúe a sus auténticas necesidades y asegure su futuro. Con actuaciones como las que padece, está abocado a convertirse en un parque temático en el que el conjunto monumental acabe reuniendo un muestrario de “restauraciones” disparatadas.