Cuarenta años junto a Javier Verdejo

Mariano Junco González
En nombre del CAP Javier Verdejo

Cincuenta y nueve años tendrías hoy, camarada Javier, si aquel fatídico 13 de agosto de 1976, junto a la playica almeriense de San Miguel, no se hubiera cruzado en tu vida la maldita bala de un maldito guardia civil. Un episodio aún sin esclarecer. Un asesinato que cuarenta años después permanece impune. ¿Casualidad? Para nada. Decenas y decenas de militantes de izquierdas fueron asesinados en esos años de la mal llamada transición, a manos de las fuerzas de orden público y de las bandas de ultraderecha, que en muchos casos actuaban conjuntamente.

Como cada 13 de agosto

Hay quien dice que fue el precio a pagar por traer la democracia. Ni siquiera eso. Ni Javier ni la Organización donde militaba tenían como referencia nada parecido a este esperpéntico y decrepito régimen que padecemos. Ni por asomo ansiaban una sociedad, ni una juventud ni una clase obrera adormecida, sumisa y alienada culturalmente, como la que mayoritariamente hoy tenemos. Los sueños y aspiraciones políticas de Javier y de la Joven Guardia Roja, estaban, afortunadamente, muy alejadas de “esto”.

Como era de esperar, esta Almería, que vive de espaldas a su pasado, no tardó en enterrar y ocultar su figura. La clase gobernante almeriense siempre obediente al centralismo y al capital, con la colaboración de la izquierda claudicante, trató de levantar un muro de olvido. Una clase política almeriense “cateta”, cicatera, corta de vista hasta para sus intereses, que permitió tanto durante el franquismo como durante la llamada democracia, que se destrozara casi todo el patrimonio histórico arquitectónico y urbanístico de esta capital. Y que incluso hoy, lo poco que queda, hasta nuestra Alcazaba, acabarán por echarla abajo para construir alguna superficie comercial o alguna carretera de esas que proliferan como hongos y que tantas comisiones producen. Qué decir de quien nos quiere imponer como bandera de la provincia la cruz roja genovesa, una bandera mercenaria, de un estado extranjero que saqueó nuestra ciudad. ¡Habrá mayor ridiculez!

A estos políticos de antes y de ahora les quema la figura de Javier y el ejemplo que puede suponer para las nuevas generaciones. Por tanto había que enterrarlo cuanto antes mejor. Años después, el nombre de una calle, de un barrio apartado del lugar donde sucedieron los hechos, sin una mínima referencia a lo que ocurrió, es lo único que han hecho durante todos estos años. A pesar de todo ello, y sin ser un tópico, sino algo real, para algunas personas, Javier está más vivo que nunca.

Yo, que tenía unos pocos años menos que Javier, me incluyo entre esas personas. Su asesinato me conmovió de tal manera que al año siguiente de ocurrir ya estaba militando en la misma organización que Javier. Y desde ese día hasta ahora he tratado, modesta y en muchos casos torpemente, seguir su ejemplo de lucha por un mundo sin opresores ni oprimidos. El ejemplo vivo de Javier me ha acompañado a lo largo de estos cuarenta años. En los momentos de miedo, de duda, de desfallecimiento, siempre Javier me animó a levantarme y a seguir para adelante.

Afortunadamente son muchas y muchos almerienses quienes tienen vivo el recuerdo de Javier. Y ahora hace 8 años, algunos de ellos logramos reencontrarnos y, con el apoyo de pequeñas pero dignas organizaciones soberanistas andaluzas y de la izquierda no domesticada, organizamos cada 13 de agosto un cálido y combatiente homenaje a Javier Verdejo.

Y como se trata de que no sea solo una vez al año cuando se le recuerde y sobre todo se trata de que su figura sea conocida por la juventud y por la mayoría de almerienses y andaluces, hace año y medio logramos montar el Centro Andaluz del Pueblo Javier Verdejo, un lugar de encuentro donde hemos realizado más de cien actividades sociales, políticas y culturales y donde llevamos con orgullo su nombre.

Este sábado 13 de agosto, a las 9 de la noche en la plaza Miguel Naveros, cerca de donde lo mataron, al inicio del Paseo Marítimo, volveremos a reunirnos, no para llorar, sino para celebrar que Javier está vivo y para advertir que hay que seguir luchando, porque aún no se ha conseguido ninguno de sus sueños. Gracias, Javier por tu ejemplo, son ya cuarenta años junto a ti.