Fondón rinde homenaje a Manuel Soto 'Sordera de Jerez'

Antonio Jesús Rodríguez Segura
Diputado provincial de Cultura

Noche espectacular de agosto para completar el marco incomparable que en el seno de la Alpujarra Almeriense configura la Plaza José Fernández Tomatito en Fondón, rincón de arte y cultura por excelencia. Hecho a sí mismo a partir de la indudable apuesta de sus vecinos y del buen hacer de su Ayuntamiento para abrirse un hueco en el panorama nacional de Festivales Flamencos.

Es difícil entender como un municipio de alrededor de los 1.000 habitantes puede permitirse un lujo tan importante como es reunir cada año a lo mejor del flamenco, para disfrute de las de 2.000 personas que tienen la suerte de poder presenciarlo. Solo se entiende cuando las circunstancias te permiten, como me han permitido a mí, conocer desde dentro el alma de este Festival.

Fondón rinde tributo a Sordera de Jerez

La clave está sin duda en haber conseguido que no sea “el caché” lo importante, haber conseguido conquistar por algo que no tiene que ver con el dinero, conquistar por la pasión, por la amistad, por la generosidad y por la entrega, tanto de la organización como del maravilloso público que llega a ocupar su sitio desde las cuatro de la tarde, para conseguir una silla donde disfrutar de un espectáculo, que por cierto, es totalmente gratuito y donde no hay más privilegio para estar cómodo que llegar a tiempo.

“Algo tiene el agua cuando la bendicen”, dice uno de los dichos populares más conocidos y que es de aplicación al caso que nos ocupa. Algo tiene Fondón que lo hace diferente, y probablemente ese algo tenga que ver con grades gestos como el que la organización del Festival, especialmente la Peña El Taranto y su gente, han tenido este año, acordándose de rendir homenaje a la figura de Manuel Soto Monje Sordera de Jérez. Todo un acierto por lo merecido que tenía el jerezano un homenaje de este tamaño, que fuera capaz de reunir en un mismo escenario a tanto arte y tanta sabiduría flamenca, a su hijo Vicente y a su sobrino José Mercé, con un maestro de ceremonias como Tomatito, del que Almería creo que todavía no tiene conciencia suficiente de quien tenemos como paisano.

Pocos cantaores pueden presumir de pertenecer a una dinastía tan grande como la de Manuel Sordera, tanto en ascendencia como en descendencia, inmensa tanto en calidad como en cantidad. Nacido en la cuna del Flamenco gitano, en el barrio jerezano de Santiago, en el seno de una familia con un gran talento artístico pero que, como muchas del momento, vivía fundamentalmente de “lo que daba la tierra”, de la agricultura en los campos y besanas de la campiña jerezana.

Bebió de la fuente del arte popular de las reuniones y veladas en los cortijos de la zona, pero también de los cantaores antiguos que al compás del sonido de sus nudillos sobre los mostradores de las tabernas amenizaban las sobremesas y las veladas de los domingos jerezanos, sorteando a la vez la negativa manifiesta de su progenitor a que Sordera, mote que le venía de su abuelo, se dedicara a la vida artística, sabedor de lo difícil que era abrirse un hueco en una profesión que no estaba ni bien vista ni bien remunerada.

El Beni de Cádiz sería el primero en sacarlo de su ciudad natal para hacerle cantar por los pueblos de la Sierra de Cádiz. Después llegaría su estancia y su presencia continuada en Sevilla y en sus mejores tablaos. De ahí a Madrid, donde tras cosechar grandes reconocimientos en los rincones flamencos de la Villa, es descubierto nada más y nada menos que por Manolo Caracol de la mano de quien estuvo varios años siendo asiduo en Los Canasteros, donde en aquel momento se daba cita la flor y nata de los flamencos de España. En su vida artística tuvo tiempo para salir fuera de España, más allá incluso del continente europeo.

Su larga enfermedad y su lamentable muerte en el año 2001 no hicieron posible que Fondón pudiera disfrutar de sus inolvidables fandangos y de sus incomparables y genuinas “Bulerías por Soleá”. Ha tenido que ser su sobrino y fundamentalmente su hijo quienes nos hagan disfrutar de sus cantes y sobre todo de su recuerdo. ¡Enhorabuena a Fondón!